Contracorriente

Egos

Los jerarcas de Silicon Valley combaten, desde el Partido Republicano, al gobierno estadounidense de Joe Biden.

“La civilización caerá, no porque sea inevitable, sino porque las élites gobernantes no responden adecuadamente a las circunstancias cambiantes o sólo atienden a sus intereses propios”; la reflexión es de Robert Riemen, en su libro Para combatir esta era.

Un rasgo de esta era es el enorme poder político y prestigio social acumulados por el poder económico de las grandes corporaciones y de sus altos directivos, a los que cualquier gobierno que pretenda imponer políticas diferentes a las del neoliberalismo, debe confrontar. Es el caso, nada menos, que el del gobierno estadounidense de Joe Biden, al que los jerarcas de Silicon Valley combaten desde el Partido Republicano.

Elon Musk, Jeff Bezos, Sean Hannit, Lindsey Graham y otros ‘aristócratas’ de la industria tecnológica, como los llama Paul Krugman, se han declarado simpatizantes del Partido Republicano, cada día más autoritario, violento y absurdo; sus seguidores, por ejemplo, creen, en su mayoría, tonterías tan descocadas como que la Casa Blanca y el Partido Demócrata promueven la inmigración de latinos a Estados Unidos para que desplacen a los votantes blancos.

¿Qué tiene tan enojados a los archimillonarios?, se pregunta Paul Krugman en un reciente artículo del NYT (25/05/2022). No es el dinero, porque no han dejado de ganarlo a torrentes, aunque la avaricia forma parte de su oposición a propuestas de los demócratas como la de elevar los impuestos aplicables a los más ricos, o la de emprender un embate más firme contra los monopolios.

La verdad es que el gobierno de Biden ni siquiera tiene posibilidades de avanzar en esos aspectos, que serían necesarios a fin de solventar una estrategia para atemperar la desigualdad extrema. No tienen que preocuparse por un alza de impuestos o regulaciones más estrictas que favorezcan la competencia en los mercados porque además, lo más probable es que en noviembre, los demócratas pierdan el control del Congreso.

Si no es por temor a perder la posición privilegiada de sus negocios, ¿qué los ha puesto en contra del gobierno de Biden? Al parecer -insinúa Krugman- “se trata sobre todo de egos frágiles”. Se colige que estarían lastimados por el desprestigio social y el cuestionamiento de su poder político que implica la mera alusión a su descomunal riqueza y a las ventajas monopólicas de las que abusan.

Nuestros multimillonarios mexicanos tendrían también motivos para sentir lastimados sus egos, no porque al gobierno se le haya ocurrido proponer una reforma fiscal progresiva, ni porque sus negocios mineros o mercantiles -ninguno requiere mayor sofisticación tecnológica- no estén en jauja a pesar de la pandemia y de la inflación, o que se les haya molestado con algo más que el pago justo de sus impuestos.

Nada de eso, pero se les ha perturbado con un discurso del presidente López Obrador que refrenda cada mañana que “ya no es lo mismo” porque el poder económico ya no tiene el poder político y corruptor que tenía antes, y además de referirse a esa división entre poderes, que sin duda ha sido necesaria, el presidente también insistió durante semanas y meses en descalificar y desprestigiar socialmente al empresariado con un discurso agresivo y a veces ofensivo, sin que tuviera más consecuencia en los hechos que haber provocado irritación entre el empresariado, volviendo así más difícil entablar negociaciones que suponen un mínimo de respeto y confianza entre las contrapartes para que sean trascendentes.

Las soluciones a los múltiples desafíos económicos, políticos, sociales e internacionales del México no están sólo en el gobierno, ni en la iniciativa privada.

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