Contracorriente

La peor situación posible

En México se está siguiendo la misma línea monetarista de bajar las expectativas inflacionarias reduciendo la capacidad de consumo de la gente y de inversión de las empresas.

La situación económica de México presenta un bajo crecimiento con alta inflación, la peor combinación posible con riesgo de convertirse en estanflación, riesgo en el que otros países -Estados Unidos incluido- también se encuentran; cierto, el entorno exterior es adverso, pero Estados Unidos y Canadá ya superaron al menos los niveles de actividad económica que tenían antes de la pandemia, mientras que México sigue por debajo de lo que se producía en 2020.

En materia inflacionaria tampoco nos va bien en las comparaciones: en agosto, Canadá y EUA registraron un índice de precios de 7.01 y 8.26 por ciento anual respectivamente, mientras que México registró en septiembre un alza de 8.7%

Ni el panorama global ni el nacional pintan mejor para el año próximo; el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica un 2.1% de crecimiento del PIB mexicano este 2022, 0.3% menor a lo que se estimaba hace seis meses, y para el 2023 prevé un magro 1.2%.

Esas previsiones se basan en que también se anticipa un crecimiento de EUA menor en 0.7% este año del que se contemplaba en enero y que el panorama mundial se ve muy gris en 2023. Pero lo fundamental en nuestro caso es que las inversiones fijas brutas -que representa las realizadas en construcción residencial y no residencial, y en maquinaria, así como el equipo de transporte nacional e importado- perdieron el dinamismo de la recuperación postpandemia, sin que hubieran recuperado los niveles prepandemia.

Lo que ensombrece el panorama global son los esfuerzos de los bancos centrales por controlar la inflación mediante una estrategia monetarista consistente en encarecer los créditos para reducir la demanda de consumo y las inversiones, estrategia semejante a las aplicadas repetidamente en el pasado que han provocado recesiones. Ya no se discute si la recesión que viene será a fin de este año, sino si será suave y breve, o severa y prolongada con crisis de deuda generalizadas y caídas en los mercados financieros.

En México se está siguiendo la misma línea monetarista de bajar las expectativas inflacionarias reduciendo la capacidad de consumo de la gente y de inversión de las empresas, para lo cual el Banco de México ha subido las tasas referenciales de interés; pero además, el actual gobierno focalizó su atención en medidas redistributivas del ingreso que no alientan la creación de riqueza y de valor mercantil, y no ha diseñado una política de fomento económico alternativa a la del neoliberalismo.

Aquella estrategia neoliberal que atribuye al sector privado el protagonismo único del desarrollo y reduce al Estado al papel de aplicar correctivos, debía ser remplazada en México y en muchos otros países, por una política de economía mixta, en la que el sector público juegue el papel de inversionista de primera instancia en sectores estratégicos para el bienestar social.

Para ello se requiere fortalecer al Estado en su autoridad política y también en el alcance de sus instrumentos de fomento económico. Un factor sin el otro hacen imposible cualquier propósito y nuestro gobierno se ha apegado a una línea fiscal de austeridad que ha neutralizado instrumentos útiles al dinamismo de inversiones mixtas en áreas de beneficio común, como las compras consolidades, los subsidios, los créditos y las normas de aplicación eficaz.

El año próximo la economía global será complicada y un Estado débil y una economía de inversiones productivas que sólo tiene al sector privado como casi único promotor y protagonista, no son laos mejores condiciones para que México salga bien librado.

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