Los gobiernos occidentales —el de México entre ellos— han buscado desligarse del fracasado neoliberalismo y para poder hacerlo, centros de inteligencia académicos, sociales y oficiales de muchos países occidentales dedicaron esfuerzos a imaginar alternativas “viables”, es decir, que fueran convenientes a los grandes intereses corporativos.
Pues ya hay una versión del Nuevo Consenso de Washington. El original, de 1989, promovido por instituciones como el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos, era un conjunto de diez medidas que les fueron impuestas a los países afectados por la crisis de la década de 1980, y que en esencia buscaban, y consiguieron, minimizar las capacidades de intervención del Estado en el desarrollo, lo que significaba la privatización y desregulación de espacios económicos para que así “liberados” pudieran ocuparlos las corporaciones transnacionales.
El neoliberalismo se implantó a cabalidad en México durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Desde la crisis de 2008 se empezó a reconocer en Occidente la incapacidad del neoliberalismo para sortear esa crisis y se relacionó al modelo con la mayor concentración de riqueza global, con la afectación consecuente de la convivencia y estabilidad social en muchos países, con la incapacidad del Estado contemporáneo para responder al descontento popular y con la aceleración del calentamiento global, convertida ya en emergencia ambiental.
Pues he aquí que Washington ha estado presentando su versión del Nuevo Consenso de Washington; Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional, la presentó en mayo pasado en la Brookings Institution, subrayando que es la guía que sigue en política exterior la administración de Joe Biden.
El nuevo “Consenso” reconoce que vivimos un estancamiento económico, polarización política en muchas partes del mundo y una emergencia climática, razones por las cuales “se requiere una nueva agenda de reconstrucción”, dijo Sullivan.
Se trata de corregir las fallas más riesgosas del capitalismo que, según el gobierno de Washington (Sullivan) son cuatro: 1) que EU haya perdido su actividad industrial “en nombre de la eficiencia del mercado simplificada”, lo que llevó a las industrias y los empleos a trasladarse al extranjero; 2) el fracaso de “la premisa de que la integración económica haría que las naciones fueran más responsables y abiertas”, pero la República Popular China no lo entendió y “Estados Unidos no solo perdió la manufactura, sino que erosionó nuestra competitividad en tecnologías críticas que definirían el futuro”. China, además, es considerada una amenaza militar a la seguridad nacional por el gobierno de Biden.
3) La tercera corrección contemplada por el nuevo “Consenso” es “la crisis climática y la necesidad urgente de una transición energética justa y eficiente” que a la vez ofrezca a los inversionistas, “las oportunidades de crecimiento más significativas del siglo XXI”; 4) también habría fallado el supuesto de que “el crecimiento facilitado por el comercio sería un crecimiento inclusivo, (pero) el hecho es que “La clase media estadounidense perdió terreno, mientras que a los ricos les fue mejor que nunca” porque la desigualad fue impulsada durante “décadas por políticas económicas de goteo, políticas como recortes de impuestos regresivos, recortes profundos a la inversión pública, concentración corporativa sin control y medidas activas para socavar el movimiento laboral” lo que, además, ha “desgastado los cimientos socioeconómicos sobre los que descansa cualquier democracia fuerte y resistente”.
Al afrontar cada uno de los cuatro temas señalados se debe favorecer las inversiones corporativas (como en 1989), con el agregado de que se deben resolver problemas estructurales, “en particular la desigualdad”. A los recortes de impuestos al capital, la desregulación y las políticas ambientales laxas del neoliberalismo, se contrapone ahora una intervención decidida de los gobiernos para operar más controles comerciales y de capital, elevar las inversiones públicas y los impuestos a los ricos, y para diseñar, impulsar y subsidiar una “estrategia industrial”.
La novedad del “Consenso” es que incorpora componentes sociales, ambientales y de fortalecimiento del poder público para afrontar situaciones de descontento cada vez más profundo, lo mismo en Europa que en Estados Unidos, poniendo a salvo, ante todo, las oportunidades de negocios en Estados Unidos y en los países “socios y amigos” de Washington.
Como sea, EU tiene un enfoque medianamente distinto al del neoliberalismo para guiar sus decisiones políticas “no solo como gobierno, sino con cada elemento de los Estados Unidos, y con el apoyo y la ayuda de socios tanto en el gobierno como fuera del gobierno en todo el mundo”.
El autor es analista. Profesor de la UNAM. Maestro en Historia de México de los Siglos XIX y XX.