Analista. Profesor de la UNAM. Maestro en Historia de México de los Siglos XIX y XX
António Guterres, secretario general de la ONU, convocó a una conferencia de prensa preliminar a la Cumbre sobre la Ambición Climática que se celebró el 20 de septiembre pasado; lo hizo para manifestar su preocupación por la situación del mundo en lo tocante al clima. “Nos estamos precipitando hacia el desastre, con los ojos bien abiertos”, dijo.
La inquietud manifiesta de Guterres es porque los negocios siguen apegados a los hidrocarburos en vez de haberse volcado a remplazarlos con fuertes inversiones en tecnologías limpias, lo que está provocando “un aumento de la temperatura del planeta de 2.8 grados para finales de siglo”, que lo haría inhabitable para miles de especies, la humana incluida.
Las políticas que están llevando a ese desastre son las que invoca Guterres, es decir, que sean el mercado, los negocios y las ganancias empresariales la única vía imaginable para la sustitución de hidrocarburos por fuentes de energía alternativas.
Lo que tiene al mundo al borde del desastre es pensar que, para recuperar un ambiente regenerado con agua limpia y suficiente, y suelos fértiles para producir alimentos seguros y nutritivos, se tiene que depender de grandes inversiones que sólo acudirían si prevén una rentabilidad atractiva, lo que hasta ahora no ha ocurrido (de cada dólar dedicado a exploración y extracción de hidrocarburos, sólo cuatro centavos se invierten en fuentes de energía alternativas y captura de carbono).
Mientras, siguen aumentando los gases de efecto invernadero y elevándose la temperatura planetaria; el agua es el elemento más sensible al calentamiento global. En México —como en otras partes del mundo— ya tenemos una crisis del agua. El Monitor de Sequía en México, del SMN, que opera en todo el territorio desde 2014, registra año con año un persistente aumento en las extensiones afectadas por sequías moderadas, atípicas y extremas, registro que se va extendiendo del norte a estados del centro del país, como Morelos, donde nunca faltaba agua; Hidalgo y el Estado de México.
Hay que repensar la formulación de políticas públicas para abordar las soluciones ambientales desde la base social, movilizando el potencial cultural y laboral de las comunidades, lo que implica crear alianzas centradas en objetivos necesarios, atractivos y convincentes entre los promotores y las comunidades.
Así ha operado durante más de cuarenta años una muy fecunda organización en la región indígena semiárida Mixteca-Popoloca conocida como Alternativas y Procesos para la Participación Social. Cientos de miles de habitantes de la mixteca de Puebla y Oaxaca se han beneficiado con alguna o varias de las acciones que esa agrupación ha emprendido apoyada en la movilización social.
Colaboración es el valor y principio clave con el que Raúl Hernández Garciadiego y su esposa Gisela Herrerías iniciaron hace más de cuatro décadas los diversos procesos de alianza con las comunidades, según los proyectos que se fueron agregando al paso del tiempo: primero fue una caja de ahorro; siguió el programa Agua para siempre que rescató y refinó tecnologías ancestrales para captar el agua de lluvia y almacenarla en mantos freáticos mediante terrazas en la pendiente de los cerros, lo que permite su infiltración y enriquecimiento de suelos. Gracias a las 11 mil 719 acciones de regeneración de cuencas, que atienden a 275 mil 263 personas, se tiene en la zona una reserva de agua que salva cultivos durante las sequías y revitaliza cada vez más los ecosistemas Javascript DHTML Drop Down Menu (alternativas.org.mx).
Alternativas también reincorporó el amaranto al policultivo de “milpa” y emprendió estudios nutriológicos para incluir dosis diarias de esa semilla rica en proteínas, minerales, vitaminas y antioxidantes en la dieta de la infancia, lo que ha permitido que más de ocho mil niños —hasta ahora— hayan alcanzado una mejora del 95 por ciento en su situación nutricional.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzó hace una década el concurso “10 iniciativas innovadoras y escalables para el desarrollo rural sostenible en América Latina y el Caribe”. El Grupo Cooperativo Quali y el Programa Agua para Siempre ganaron el primer lugar por “promover el sistema alimentario de amaranto orgánico como un modelo innovador de desarrollo rural sostenible de la agricultura familiar para superar la pobreza”.
La movilización de la riqueza cultural y laboral de las comunidades, sin someterse ni satanizar al mercado, es la alternativa a la lógica puramente mercantil con la que esta agrupación, asentada en Tehuacán, ha generado actividades en una región semiárida que han elevado las condiciones de vida y salud nutricional de miles de familias que eran pobres; ahora son pequeños agricultores eficientes y muchos de ellos, cooperativistas de una agroindustria.