Contracorriente

Chile y México

El alza de tarifas al transporte, a la gasolina o a los impuestos se vive como una afrenta a las clases medias; por eso han salido a las calles en varios países de América Latina.

En gran parte de América y Europa se ven protestas antigubernamentales por causas variadas que, en el fondo, lo son contra las desigualdades; la gente -sobre todo las clases medias- protesta contra la inocultable concentración de la riqueza porque ya ve claro que no se debe a que los multimillonarios sean más trabajadores o más inteligentes, sino a la política económica que los privilegia.

El repudio al alza de tarifas del transporte, o de gasolina, o de impuestos se vive como una afrenta a las clases medias, que por causas como esas han salido a las calles en Brasil, Costa Rica, Paraguay, Chile, Ecuador, Colombia y República Dominicana en lo que va de este año.

Hay como un despertar ciudadano; se protesta para exigir cambios a la política económica, aunque todavía no hay un planteamiento que esté a la altura del neoliberalismo para derrotarlo. Lo único que se señala claramente es acabar con los privilegios.

Los efectos de esa política ya son socialmente intolerables, lo mismo en Francia que en Alemania, Ecuador o Chile, donde ayer el presidente Sebastián Piñera, empresario, le pidió perdón a los chilenos.

Lo que ha ocurrido durante los últimos 30 años no se queda en meros datos estadísticos, sino en sufrimiento social real. Según el Banco Credit Suisse, el 10 por ciento más rico del planeta acumula el 82 por ciento de la riqueza, mientras que el 50 por ciento de la población sobrevive con menos del 1 por ciento de la riqueza mundial.

Entre el 2000 y 2019, en Estados Unidos, por ejemplo, los multimillonarios (con más de mil millones de dólares) pasaron de ser poco más de siete millones a casi 19 millones; en 1980 el 1 por ciento más rico poseía el 8 por ciento de la riqueza del país y hoy tiene más del 20 por ciento, mientras que el 50 por ciento de los estadounidenses tenía 18 por ciento de los activos e ingresos, y ahora entre 12 y 13 por ciento.

Está demostrado que a mayor inequidad social mayor violencia, criminalidad, desconfianza en el trato social, problemas graves de salud pública, tanto física como mental, y que esos problemas no son exclusivos de los pobres; afectan la vida de todos, de las clases medias que a lo que más temen es a empobrecerse como lo han estado viviendo por décadas y por eso son las que suelen iniciar las protestas, como las de los chalecos amarillos galos o las chilenas de estos días.

Por cierto, el índice desigualdad de México es idéntico al de Chile; nuestros dos países están entre los diez más desiguales del mundo. Pero ayer, el chileno Piñera anunció una serie de medidas para atemperar las protestas, que ya cobraron 15 muertos; AMLO ha puesto en marcha algunas de esas medidas, aunque el chileno ofrece ir más lejos.

Prometió ajustes al salario mínimo, alzas en pensiones, mejorar la atención de la salud pública, disminuir las dietas de senadores y diputados, y a los altos funcionarios de la administración pública, igual que AMLO, así como anular el reciente aumento a las tarifas eléctricas.

¿Cómo financiará Piñera ese mayor gasto social? Aumentando de 35 a 40 por ciento el impuesto a quienes ganen más de ocho millones de pesos (210 mil pesos mexicanos) al mes, tema fiscal que AMLO se rehúsa a tratar.

Como dijo la esposa de Piñera, Cecilia Morel, en una conversación privada que fue grabada: "Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás".

Pues sí, ese es el principio básico de los cambios necesarios de política económica en casi todo el mundo.

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