Contracorriente

El miedo de las clases medias

Guillermo Knochenhauer escribe sobre el triunfo de AMLO, sus objetivos o propuestas y decisiones, entre ellas el anuncio de la cancelación del NAIM y el recorte presupuestal a universidades, así como la corrección que el presidente hizo sobre esto último.

La elección de López Obrador causó entusiasmo mayoritario por el mero hecho de representar el cambio de autoridades que ya resultaban insoportables en su incapacidad para frenar la agresión delincuencial a la sociedad, para detener el empobrecimiento de las clases medias, la informalidad en la que trabaja la mayoría, para defender el patrimonio nacional y nuestra nacionalidad ante Estados Unidos.

Es momento ya de pasar del entusiasmo emotivo, sin abandonarlo, a la razón analítica de los riesgos ineludibles para construir la alternativa ofrecida, y de los peligros que tales riesgos implican.

Entre las constantes en la historia de México destacan las desigualdades en oportunidades y derechos, sociales y regionales, atenuadas durante el segundo tercio del Siglo XX, pero profundizadas al extremo por la modernización neoliberal, que acrecentó el poder del sistema financiero y de algunas corporaciones -y familias- con influencia y privilegios excesivos.

Cerrar desigualdades en el México fragmentado es el riesgo que hay que correr; es la meta que el gobierno tiene clara. Ha refrendado en el paquete económico 2019, que para alcanzarla no afectará los equilibrios macroeconómicos, como hicieron Chávez y Maduro en Venezuela.

El peligro es que se consolide la defensa de intereses de quienes se han acostumbrado a determinar las políticas públicas en su favor. También está en que no hay -ni puede haberla- igual claridad en el propósito a seguir que sobre los caminos para llegar.

Hay inclusive decisiones polémicas del gobierno cuyo sentido no se ve que contribuya a la equidad buscada, como la cancelación del NAIM, la venta del avión o el recorte presupuestal a las universidades, que ya anunció AMLO que se corregirá.

Corregir es el tono de la conversación pública que tiene que abrirse en el proceso de ensayo y error que nos espera; si estamos de acuerdo en el rumbo, -abatir las desigualdades, la corrupción, la impunidad- a todos nos compete ser y ayudar a ser mejores para enderezar decisiones a conveniencia de los propósitos convenidos.

En esto de entrar en razón y ver con cabeza fría los riesgos y peligros de un cambio de rumbo político -necesario ante la exasperación de la mayoría- las clases medias tienen un papel crucial.

No son mayoría, pero su papel de bisagra entre sectores bajos y altos hace de su idiosincrasia y conducta una clave para comprender la tónica de la vida pública.

Desde el estancamiento de la movilidad social, hace décadas, las clases medias se concentran en su estabilidad económica con mucho miedo a deslizarse hacia un estatus más bajo; AMLO, sin proponérselo, fomenta ese miedo al referirse sólo a los pobres y nunca, de manera directa, al freno del empobrecimiento de los sectores medios.

Lo expresa Gabriel Carrillo, un lector de mi columna anterior: "creo que este gobierno está privilegiando la escasez y la poca educación, en lugar de fomentar la producción y la generación de riqueza y la educación de calidad".

El miedo opera como un potente segregador entre grupos sociales y distorsionador de la conversación pública sobre la posibilidad, que por vez primera en mucho tiempo se nos abre a los mexicanos, de establecer una convivencia de todos que supere la mera sobrevivencia de muchos.

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