El presidente Peña Nieto cree que al decir que las cosas están mal en México, nos autoflagelamos. Lo dijo el lunes, en un encuentro con miembros de la Asociación Nacional de Usuarios de Riego (ANUR) en Los Pinos, durante el cual también sostuvo que somos una potencia agroalimentaria.
Todo depende del color del cristal con el que se juzgue el escenario. Que la balanza comercial sea superavitaria no nos define como potencia agroalimentaria si, al mismo tiempo, tenemos millones de hectáreas de tierras baldías o pobremente trabajadas y millones de campesinos en pobreza porque el gobierno optó por importar los cereales y oleaginosas en vez de apoyar a los que debían producirlos, como hacen todos los países con su alimentación básica. Entre 50 y 85 por ciento del maíz, arroz, trigo y oleaginosas que nos comemos viene de fuera; podríamos ser autosuficientes (producir más de 75 por ciento de lo que se consume, según la FAO) en esos cultivos, sin menoscabo de los agronegocios de exportación.
Para comprender los escenarios del país no es cosa de si se ve el vaso medio lleno o medio vacío, sino de analizar el contenido del vaso. Dijo también el presidente que "estamos creciendo económicamente, donde hay mayor generación de empleo, donde la tasa de desempleo ubica en los lugares más bajos de la historia, donde hay una recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores".
¿De veras, señor presidente? Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 62.5 por ciento de la población ocupada gana hasta tres salarios mínimos, lo que significa baja calidad de los empleos; y lo que es peor, según el Coneval, "el porcentaje de población con ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria pasó de 40 por ciento a 41.8 por ciento entre el tercer trimestre de 2016 y el tercer trimestre de 2017".
A eso se refiere Trump al exigir que se ponga en el TLCAN que sólo se podrán exportar coches a Estados Unidos que sean producidos por una fuerza laboral a la que se le pague al menos 16 dólares la hora. Por eso la Coparmex pugna por una revisión salarial y está difundiendo una tabla de los salarios mínimos que se pagan en América Latina, ajustados por paridad en su nivel de compra. Según esa tabla, Panamá es donde son más altos, 835.7 dólares al mes, y México donde se pagan los más bajos -en términos de poder de compra- de todo el continente, con 265.84 dólares.
No hay tal autoflagelación sino frustración, enojo e incertidumbre por los efectos que ya se perciben de las reformas estructurales del sexenio; es el caso de la reforma laboral que precarizó el empleo y los salarios, de la educativa que no establece propósitos didácticos, de la fiscal que no fue hacendaria, sólo recaudatoria; de la financiera que facilita la cobranza a los bancos pero no el crédito a las empresas y de las de telecomunicaciones y de energía (áreas estratégica de seguridad y desarrollo nacional) que abrió esos sectores al 100 por ciento de capital extranjero.
Si AMLO encabeza las preferencias del electorado es porque ofrece algo distinto; la candidatura de Meade se proyecta con un discurso de capacidades técnicas para profundizar las reformas y sus resultados. Anaya habla de cambio, pero gatopardista; quiere que se le crea que haría mejor lo mismo que ha hecho el PRI gobierno.