Contracorriente

¿Y la fiesta por aniversario de la Constitución?

Desde los gobiernos panistas, la celebración del 20 de noviembre son los descuentos comerciales del Buen Fin y la del 5 de febrero se limita a un largo fin de semana sin memoria.

La Constitución Política es el elemento constitutivo de nuestro patrimonio social, como lo es de cualquier nacionalidad.

Su aniversario se festejaba con bombo y platillo cada 5 de febrero, como corresponde a cualquier historia ejemplar que defienda la identidad y promueva intereses colectivos con los cuales poder construir nuevos cursos de desarrollo.

Dejar de recordar la importancia de la Constitución crea vacíos en la memoria colectiva que no pueden quedar así, y son llenados por otros preceptos y mitos.

Es lo que nos está pasando en México desde que a los gobiernos panistas les pareció que había que dejar que se olvidaran todos los elementos de trascendencia que generó la Revolución Mexicana; desde entonces, la celebración del 20 de noviembre son los descuentos comerciales del Buen Fin y la del 5 de febrero se limita a un largo fin de semana sin memoria.

Por desvanecido que esté nuestro Estado de derecho, el abandono de la celebración ritual de este y otros hechos y personajes extraordinarios, debilita las creencias colectivas aglutinadoras y hace lejana la percepción de nación de personas, familias y comunidades.

Hace falta creer en algo; las sociedades humanas no toleran la incertidumbre ciega sobre lo que afecta su vida.

El discurso histórico nacional ha estado siempre permeado y al servicio del poder político y de la economía; es una de sus funciones. De ahí su carácter mítico, sus héroes de bronce, pero para que no pierda su carácter aglutinador, tiene que dejar ver las problemáticas sociales del país y los compromisos económicos y políticos con ellas, como fue con la justicia social durante décadas, con todo y su enorme carga demagógica.

Por míticos que se presenten, necesitamos conocer y rememorar la Reforma juarista, el compromiso de inclusión de las reivindicaciones de justicia agraria y laboral en el pacto social convertido en la Constitución de 1917 y el nacionalismo cardenista.

Por eso me parece muy bien la propuesta del López Obrador de volver a celebrar los hechos históricos en la fecha que les corresponde, si además se acompaña de la difusión de los acontecimientos por su significado contemporáneo y utilidad en la construcción de paz y desarrollo.

En ese propósito es indispensable entender -como parte de nuestra historia contemporánea- la penetración ideológica neoliberal impuesta desde el capitalismo multinacional, que avanza en la universalización y estandarización de creencias diferentes a nuestra idiosincrasia.

A ese fenómeno está dedicado un trabajo colectivo coordinado por Ricardo Pérez Montfort y Ana Paula de Teresa, publicado por la colección Debate de Random House bajo el título Cultura en venta $2.99. La razón cultural en el capitalismo contemporáneo.

El libro aborda los mecanismos y efectos de transformación de todos los aspectos de la vida personal, familiar y social que el capitalismo global, multinacional, va teniendo en los sentimientos de pertenencia a un colectivo, ya no de ciudadanos sino de consumidores, no sólo de cosas sino de tradiciones y valores culturales que son deformados en su contenido por la mercadotécnica para adaptarlos al juego de la oferta y la demanda del mercado cultural.

Somos lo que creemos, dice Ortega y Gasset y tiene toda la razón; nuestra originalidad cultural está en nuestra propia historia.

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