Hace unas semanas, el hotel Camino Real Sumiya cumplió 24 años. A la entrada, en un muro hay una placa que recuerda que fue inaugurado el 15 de enero de 1994 por el entonces secretario de Turismo, Jesús Silva Herzog.
Los hoteles Camino Real hoy pertenecen o son operados por el Grupo Real Turismo, que a su vez forma parte del Grupo Empresarial Ángeles, el cual en junio de 2000 adquirió la empresa Real Turismo Propietaria y Operadora, y cuyo presidente es Olegario Vázquez Raña, en tanto que su hijo, Olegario Vázquez Aldir, ocupa la dirección general.
El año pasado, GRT inició la remodelación de varias de sus propiedades en el país, con una inversión de 620 millones de pesos, de los cuales 70 millones fueron destinados al remozamiento de Sumiya.
Y es que, ubicado en la localidad de Jiutepec, prácticamente conurbada a Cuernavaca, Camino Real Sumiya es uno de los hoteles más imponentes del estado de Morelos, con una historia muy particular.
Con amplios jardines, enormes árboles y arquitectura japonesa, originalmente fue una imperial casa de descanso mandada a construir a mediados de la década de los 50 del siglo pasado por la que fuera una de las mujeres más ricas de esa época: Bárbara Hutton Woolworth, heredera de la cadena de tiendas que llevan por nombre su segundo apellido. Hace 80 años, esa empresa fue muy importante, con una gran cantidad de sucursales en diversas partes del mundo, de las cuales aún existen unas cuantas en México.
Según cuenta la historia oficial del lugar, la casa se terminó de construir en 1959 y en ella se efectuó el séptimo y último matrimonio de la dueña, que fue con el príncipe vietnamita Raymond Doan Vinh Na Champassak.
Millonaria de vida trágica, despilfarradora y filántropa, coleccionó maridos, entre los que se cuentan al famoso actor Cary Grant, del que se divorció tres años después, y el connotado play boy dominicano Porfirio Rubirosa, que tuvo su época de esplendor durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó República Dominicana de 1930 a 1961, cuando fue asesinado en una emboscada. Su historia la cuenta Mario Vargas Llosa en La Fiesta del Chivo. Con Rubirosa sólo estuvo casada un año.
Aficionada también a todo lo oriental, Hutton ordenó la edificación en Sumiya de una réplica del Teatro Kabuki que existe en la ciudad nipona de Kioto, todo hecho con materiales importados, que incluye un baño ofuro, donde "se llevaba a cabo la purificación ritual del actor antes de entrar a escena", así como un jardín zen, de arena y piedras "traídas de siete diferentes canteras de Japón".
Igualmente, la leyenda afirma que doña Bárbara murió en 1979, a los 66 años, con apenas unos pocos miles de dólares en su cuenta bancaria.
Así, la propiedad con los años cayó en el abandono y, según narró el semanario Proceso en un reportaje publicado en enero de 2007, fue comprada por el expresidente Luis Echeverría y otros socios, pagando un adeudo que Hutton tenía con el gobierno, convirtiendo la lujosa casa en hotel.
La revista sostiene que otros personajes que han sido accionistas del hotel son María del Carmen Echeverría Zuno de Porras; Ricardo Salinas Pliego, dueño de Televisión Azteca; y David Ibarra Muñoz, exsecretario de Hacienda, entre otros.
Actualmente, el Camino Real Sumiya es un hotel enfocado principalmente a grupos. Su director general, Guillermo Gros Cibils, comenta que dentro del GRT es el segundo más exitoso en este segmento, después del Camino Real Polanco, en la Ciudad de México.
De viernes a domingo se llena de invitados a bodas, ceremonias que le representan 48 por ciento de su ocupación y 60 por ciento de los ingresos, elevando su tarifa promedio de mil 500 pesos por noche entre semana, hasta los tres mil pesos los fines de semana.
No obstante, su ocupación promedio anual va de 50 a 55 por ciento. Es decir, casi la mitad del tiempo está vacío.
Al respecto, Gros Cibilis se queja de que al destino le hace falta publicidad. "El gobierno estatal nos ha quedado mucho a deber. No destina suficiente dinero a promoción", a pesar de que en Morelos el impuesto al hospedaje es de 3.75 por ciento de lo que se paga por cada habitación.
La familia Vázquez Aldir no es propietaria de Sumiya, solamente la opera con una de sus marcas hoteleras, pero ha logrado convertir a este peculiar sitio en uno de los hoteles más tradicionales de Cuernavaca, que bien vale un fin de semana, por lo menos.