Gustavo de Hoyos Walther

Dos plagios, dos sociedades

Algo en lo que se insiste poco es en la forma en que el uso de las redes sociales responde a los arreglos culturales e institucionales de cada sociedad.

Hay un gran debate sobre el efecto que produce en las sociedades el uso extendido de las redes sociales. Por un lado, están los que han visto en ellas un recurso democratizador de la opinión y una herramienta para revelar información sobre el poder que antes era inalcanzable para la ciudadanía. Por el otro, están quienes opinan que éstas sirven para desinformar de manera más generalizada que en el pasado. En vez de darle más poder a los ciudadanos para enterarse de la verdad producen islas de opinión que hacen imposible el diálogo entre quienes piensan diferente y más bien refuerzan prejuicios.

Algo en lo que se insiste menos es en la forma en que el uso de las redes sociales responde a los arreglos culturales e institucionales de cada sociedad. El caso de las recientes renuncias de dos presidentas de universidades prominentes en Estados Unidos ilustra bien este último punto.

En efecto, Claudine Gay y Elizabeth Magill, dos académicas reconocidas que dirigían la Universidad de Harvard y la de Pensilvania, respectivamente, tuvieron que abandonar sus puestos después de haber sido presionadas para hacerlo, fundamentalmente desde las redes sociales.

La serie de eventos que llevó a su defenestración tiene un origen preciso: la reacción de ambas ante claras manifestaciones antisemitas por parte de grupos estudiantiles en las dos comunidades universitarias, como reacción a los ataques terroristas del grupo Hamás a Israel y la subsiguiente respuesta bélica.

Ambas presidentas no fueron claras en su condena a esas manifestaciones lo que causó la indignación de una buena parte de la sociedad estadounidense. Las dos tuvieron que comparecer ante el Congreso -junto con la presidenta del MIT- donde no pudieron responder con la suficiente claridad ética a si ellas condenaban terminantemente llamados al genocidio de judíos.

Elizabeth Magill renunció casi de inmediato pero las presidentas de Harvard y el MIT no.

No obstante, Claudine Gay tuvo que hacerlo esta semana debido también a acusaciones de fraude académico. Aunque ella intentó defenderse, las pruebas en su contra eran indudables y su debilidad institucional tan clara que no tuvo más remedio que renunciar.

Para quienes piensan que su renuncia fue justa, el episodio muestra la fortaleza institucional de la sociedad estadounidense y la virtud del uso de las redes sociales.

La comparación con el caso más sonado de plagio en México es inevitable. Es un hecho que las pruebas de que la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmin Esquivel, plagió su tesis de licenciatura son más contundentes que las del caso de la presidenta de Harvard. A pesar de eso, la ministra Esquivel sigue en su puesto.

La diferencia en el destino de ambas quizás nos diga mucho sobre la manera en que se procesan este tipo de asuntos y de cómo se aplica la Ley en Estados Unidos y en México.

La antropóloga estadounidense Ruth Benedict distinguió entre las culturas de la vergüenza y las de la culpa para tratar instancias de conducta inapropiada y para solucionar conflictos. Cualquiera que sea la que corresponda a Estados Unidos, parece que en México ya no sentimos ni culpa ni vergüenza.

Gustavo  de Hoyos Walther

Gustavo de Hoyos Walther

Abogado y Diputado Federal.

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