Ante el entorno de emergencia provocado por el COVID-19, el mundo se ha debatido entre las acciones para mitigar los riesgos de salud asociados a la enfermedad, y los efectos económicos del aislamiento social, así como la drástica disminución de actividades comerciales en general.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que la economía mundial sufra una brusca disminución de hasta -4.9% del PIB en 2020, la cual es aún más profunda que la registrada durante la crisis financiera de 2008 y 2009. Para América Latina y el Caribe espera que la caída sea de hasta -9.4%; y para México en particular estima una contracción de -10.5%.
Es por ello que las instituciones financieras han tenido que analizar constantemente escenarios de valor y deterioro de sus activos financieros, considerando los efectos que el entorno económico está teniendo en industrias y segmentos de la economía, con el objetivo de reflejar correctamente el impacto que tendrá en su balance, a través de la creación de reservas crediticias y la preservación del capital de riesgo.
En México, las acciones emprendidas en el sistema financiero permitirán que las instituciones financieras puedan seguir otorgando crédito e impulsando la recuperación económica. El Banco de México, recientemente, amplió los canales de otorgamiento de crédito de la economía, en beneficio de las Pymes y personas físicas afectadas por la pandemia, y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) en conjunto con la Asociación de Bancos de México (ABM), establecieron medidas para el uso del suplemento de conservación de capital (conocido como buffer de capital) sin efecto de deterioro de la solvencia mínima, la presentación de criterios especiales para el tratamiento de la prórroga de pago en la cartera crediticia, y la postergación de la entrada en vigor de las nuevas normas de información financiera (IFRS 9), que estaba originalmente prevista para enero de 2021, y postergada hasta enero de 2022), entre otras medidas.
Si bien continuar con el flujo de crédito hacia todos los sectores y segmentos será vital para la recuperación de la economía, éste generará crecimiento solo cuando las condiciones económicas sean estables y exista un desarrollo financiero sano. Su otorgamiento a empresas y familias permite la expansión del consumo, el incremento en el valor de los activos, y el aumento del empleo y la inversión, generando una mejora en las expectativas de crecimiento futuro de la economía. Sin embargo, en contraste, en épocas de crisis o inestabilidad económica, el exceso de crédito otorgado a industrias, empresas y familias, sin una fuente segura de repago, puede tener un impacto negativo en los mercados financieros, empeorar las expectativas de crecimiento futuro, y producir una caída de la inversión y del empleo.
El profundo impacto económico originado por el COVID-19 podría causar una espiral negativa de endeudamiento en las empresas y un importante incremento de la cartera vencida de las instituciones financieras, si el apoyo a las empresas y familias, no se realiza en un entorno económico que permita condiciones de crecimiento futuro.
Ante un contexto como el actual y sin un apoyo gubernamental contundente, es posible que los valores de un grupo de activos financieros y colaterales se vean afectados de manera permanente, lo que sumado al reconocimiento de mayores reservas por su deterioro crediticio y a la disminución de las tasas de interés obtenidas, podría afectar la utilidad del sector financiero.
Por lo anterior, resulta crucial que las instituciones financieras estimen los impactos en distintos escenarios posibles, respecto al cálculo de provisiones y capital para fortalecer su resiliencia ante un entorno cambiante, al tiempo que se preparan para la recuperación y continúen, como hasta ahora, apoyando a sus clientes con programas de apoyo a navegar la crisis, para llegar juntos a buen puerto.
Nota: las ideas y opiniones expresadas en este escrito son del autor y no necesariamente representan las ideas y opiniones de KPMG en México.
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