Por Jaime Alejandro Coca Rodríguez, Integrante del Comité Técnico Nacional de Finanzas Corporativas del IMEF. jaimealejandrococa@gmail.com
El mundo de los negocios a nivel mundial, y en nuestro país en lo particular, ha experimentado profundas transformaciones y retos extraordinarios, acrecentados a partir de la pandemia de COVID-19.
En los últimos tres años hemos tenido que adaptarnos rápidamente a la incertidumbre, a operar en condiciones de complejidad, muchas veces con flujos de efectivo comprometidos y obligados a desarrollar rápidamente capacidades tecnológicas, que de no haber sido por la pandemia, probablemente se hubieran postergado.
Estamos frente a los retos de un mercado cada vez más competitivo, con un ambiente más digitalizado, entornos más complejos, clientes más conocedores y exigentes.
Y aquí caben reflexiones importantes: ¿De qué manera y en qué forma toman decisiones las mujeres y los hombres de negocio? ¿Hay competencias que son fundamentales a fin de hacer más competitivas a las empresas ¿En que medida las mujeres y los hombres de negocios están conscientes del factor y la importancia de las emociones al momento de decidir?
Hoy se sabe que los principios de economía clásica, basados en los fundamentos de “optimización restringida” y “equilibrio”, son insuficientes para explicar la arquitectura del proceso de toma de decisiones empresariales.
Otro concepto que también se le cuestiona al modelo de la economía clásica es la existencia de un ser casi mitológico o de ciencia ficción, que procesa sus decisiones de cara a fundamentos absolutamente racionales, maximizando siempre la utilidad económica, financiera y de negocios. Este ser denominado por varios autores clásicos con el nombre de Econs, es una fantasía. Los seres humanos, que tienen sentimientos y emociones, son quienes toman de deciones en sus negocios y más aún, en sus vidas.
Los premios Nobel de economía, Richard H. Thaler y Daniel Kahneman, son los principales referentes en el estudio de Neuroeconomía y Finanzas conducturales. Thaler menciona que “existen sesgos innegables en la toma de decisiones diarias, y los últimos descubrimientos de neurociencia permiten observar cómo sucede este fenómeno y cómo opera el cerebro como una unidad, conjugando racionamiento matemático con sentimientos y emociones”. Esto es, la optimización restringida y el equilibrio son conceptos insuficientes para explicar lo que sucede en la economía y en los negocios. Son buenos referentes como modelos iniciales, pero es importante integrar el estudio de las emociones en la toma de las decisiones.
La neuroeconomía tiene su origen formal en Estados Unidos y surge como una respuesta al hecho de que muchas personas parecen tomar decisiones económicas inconscientes, aun aplicando los modelos económicos más técnicos y racionales.
En el año 2002, se otorgó el Premio Nobel de Economía al psicólogo estadounidense Daniel Kahneman, quien en su estudio reveló que se cometen errores evidentes a la hora de tomar decisiones económicas. Kahneman fue pionero en integrar descubrimientos de psicología en las ciencias económicas y demostró que el supuesto clásico de la decisión racional del consumidor es afectado por importantes sesgos cognitivos.
La neuroeconomía, la rama de la neurociencia que estudia la toma de decisiones económicas y en el entorno de los negocios, es, como dice Jonathan Cohen, codirector del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton, una aportación que intenta unir las disciplinas de la neurociencia, la psicología y la economía. Cohen describe a la economía y la psicología, en cierto sentido, como una sola disciplina. Como dos hermanos separados al nacer. Como un par de disciplinas complementarias que estudian los mismos fenómenos: la toma de decisiones con juicio basado en valores.
Las mujeres y los hombres de empresa tomamos decisiones a diario, combinando razonamiento y sentimiento. Las tomamos en ambientes complejos, hostiles y cambiantes. Con ello, afectamos la vida no solo de negocios, sino de miles de personas. Es una enorme responsabilidad.
Dentro del Comité Técnico Nacional de Finanzas Corporativas del IMEF concluimos que en México necesitamos fortalecer nuestro nivel de competitividad, llevar a la mesa de la discusión empresarial el tema de la neuroeconomía e incluso contribuir al estudio de un modelo de gestión y educación empresarial que reconozca esta novedad y de ser posible, influya de manera definitiva en nuestra cultura de negocios.