Por Enrique Pérez Sámano, Integrante del Comité Técnico Nacional de Capital Humano del IMEF. enrique.perez@kornferry.com
En cierta ocasión, un taxista que me llevaba hacia las oficinas centrales de la antigua Cervecería Cuauhtémoc cuando recientemente había sido adquirida por Heineken, me preguntó cómo era posible que esto hubiera ocurrido. En su mente, resultaba imposible de concebir que, con el tamaño y la imagen pública de la empresa en México sus dueños tomaran tal decisión. Difícil de explicar para personas que desconocen el contexto global de dicha industria.
Así pasa hoy con un sinnúmero de temas. El presidente actual es popular, entre otras cosas porque a través de sus mañaneras hace preguntas que son representativas de las que se formula buena parte de la sociedad: ¿para qué se necesitan organismos autónomos como el IFT o la Cofece? ¿por qué cuesta tanto y es tan tardado hacer un aeropuerto? ¿por qué no debemos dedicarle recursos a Pemex? ¿para qué tantos análisis económicos si de todas maneras la economía de las personas no mejora? ¿por qué se necesitan especialistas para decidir sobre el tipo de energías que debemos utilizar?
Con los salarios sucede un poco lo mismo. La sociedad en general desconoce el mercado salarial, las capacidades que se requieren para ocupar puestos bien pagados en las empresas, la dificultad de estas para encontrar personal calificado y la complejidad a la que se enfrentan los empleados para dar los resultados que exige un mundo tan competido.
Para quien ignora todo esto, resulta escandaloso que un funcionario o ejecutivo gane mensualmente 15, 20 o 30 veces el salario mínimo.
De acuerdo con las tendencias globales, publicadas en 2022 LinkedIn Global Talent Trends, 49% de los profesionales dicen que rechazarían una oferta de trabajo si la empresa les exigiera ir a la oficina a tiempo completo y 4.0 millones de trabajadores estadounidenses han dejado su empleo cada mes, en promedio, desde abril de 2021.
En México, por las particularidades de nuestro país es difícil hablar de tendencias nacionales. Lo cierto es que, mientras la mayoría de las personas está dispuesta a aceptar casi cualquier empleo con salarios y condiciones laborales indignas, un grupo pequeño tiene posturas similares a las que se mencionan en el párrafo anterior.
La oferta y demanda de empleo se ve influenciada por el nivel de educación y las competencias y habilidades que se requieren para desempeñar un empleo determinado.
Algunas de las capacidades que son exigidas hoy por las empresas que compiten a nivel nacional o global, tienen que ver con cultivar la innovación, manejar la ambigüedad y tener visión estratégica.
A cambio, las empresas están preocupadas por la oferta de valor a sus empleados y han estado incorporando beneficios relacionados con el bienestar, la salud y la calidad de vida en general.
Para reducir las brechas entre ambos colectivos, las políticas públicas deben orientarse a promover una mejor educación que permita el acceso a mejores salarios y a fomentar que las empresas ofrezcan empleo y salarios dignos. Ambos aspectos fomentarían una mejor distribución del ingreso via salarios no estigmatizando los sueldos altos, sino promoviendo que los salarios más bajos se incrementen y permitan a los empleados satisfacer sus necesidades de alimentación, habitación, salud y educación.
En el IMEF, llevamos tiempo analizando este tema. Encontramos por ejemplo que la diferencia en la productividad entre industrias es muy significativa. No es lo mismo trabajar en una empresa de elaboración de alimentos que en una de desarrollo de tecnología. La diferencia en productividad entre ambos sectores llega a ser hasta ocho veces, sin embargo, nuestros pequeños empresarios se dedican a negocios en donde la rentabilidad es baja y un incremento en el costo de mano de obra resulta imposible.
Así como no es fácil explicar por qué una gran empresa mexicana decide aceptar ser adquirida por una trasnacional, tampoco resulta sencillo responder a la pregunta de por qué un alto funcionario o ejecutivo percibe un salario mucho mayor al de la mayoría de los mexicanos. En lugar de desgastarnos con preguntas ociosas, habría que ocuparse en mejorar las condiciones para que cada vez más compatriotas mejoren su nivel de vida. Es en este punto en donde las políticas públicas tienen mucho por hacer.