Jacqueline Peschard

Primer balance de un 'nuevo régimen'

Para atajar las enormes desigualdades tendría que diseñarse una reforma fiscal que ofrezca los recursos suficientes para sustentar los programas sociales, pero esa ruta no está contemplada.

La gran promesa del gobierno de AMLO fue el cambio de régimen –la 4T- conducido desde su liderazgo personalizado. Pero, ¿sabemos realmente en qué consiste?, ¿cuál es su perfil ideológico y programático y cuál es la ruta estratégica para lograrlo? Este Primer Informe de Gobierno debería ayudarnos a descifrar con nitidez qué debemos esperar del cambio de régimen ofrecido.

El discurso presidencial ha sido enfático en los encomiables objetivos que se persiguen: 1) eliminar los privilegios y combatir la corrupción y 2) atender primero a los pobres. Para lograrlo, ha propuesto enterrar el neoliberalismo y transitar hacia el posneoliberalismo, poniendo énfasis en separar lo público de lo privado. ¿Qué entiende el Presidente por posneoliberalismo, más allá de dejar atrás el neoliberalismo? ¿Cómo se está evitando que intereses privados se impongan sobre los públicos?

Si entiendo bien, se quiere romper con las complicidades entre las élites políticas y las económicas que en el pasado subordinaron al Estado a intereses particulares. ¿Es posible avanzar en dicho propósito sin modificar sustantivamente la política fiscal, para gravar a las grandes ganancias y permitir que el Estado emprenda una mejor distribución del ingreso? Un régimen comprometido con ideales de izquierda democrática, que pone en el centro atajar nuestras enormes desigualdades, tendría que diseñar una reforma fiscal que ofrezca los recursos suficientes para sustentar los programas sociales, pero esa ruta no está, por ahora, en el radar del gobierno.

Los recursos para desarrollar los programas orientados a disminuir la pobreza y a beneficiar a los más desfavorecidos provienen de las medidas de austeridad en el gasto público, pero ya están mostrando su insuficiencia. Además, los recortes han estado acompañados de una obsesión por eliminar intermediaciones sociales, e institucionales, para mantener una identificación directa y personalizada entre quien reparte y quien recibe, lo cual es una fórmula que se aleja de una gestión democrática que requiere someterse a pruebas rigurosas de transparencia y de escrutinio de la sociedad y para eso se requieren las mediaciones.

Resulta preocupante observar que cuando una organización de la sociedad civil busca promover la rendición de cuentas de dichos programas, señalando sus fallas, de inmediato se le convierte en blanco de descalificaciones desde el aparato del poder. La evaluación de uno de los programas más prometedores del 'nuevo régimen', Jóvenes Construyendo el Futuro, realizada por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, lejos de abrir un debate con las autoridades sobre cómo corregir las deficiencias detectadas, sirvió para que la agencia de noticias del Estado (Notimex) utilizara sus espacios para intentar desprestigiar a quienes encabezan dicha organización.

Quizás el rasgo más claro del cambio de régimen sea su política de comunicación social que es un nuevo estilo personal de gobernar. El Presidente da la cara todos los días; ocupa permanentemente el espacio público, colocándose cerca de la gente y ello le da un enorme margen para fijar la agenda pública y también para definir cómo deben interpretarse los acontecimientos. Esta apropiación asimétrica del espacio público ha mostrado a un Presidente trabajador y comprometido con fijar sus posturas, pero intolerante frente a la crítica y algunos de los legisladores de sus partidos satélites ya tomaron nota. Un diputado del PT propuso hace unos días que se regule la libertad de expresión para ponerle frenos a los medios que responden a intereses privados y de derecha. ¿Eso es separar lo público y lo privado? ¿Así se quiere definir al gobierno como de izquierda? Proponer reglamentar la censura para domesticar a la prensa está frontalmente reñido con la libertad de expresión. Puede ser que no prospere esta grotesca iniciativa, pero queda abierta la pregunta de si la incomodidad del gobierno con el periodismo crítico está modulando al 'nuevo régimen'.

El 70 por ciento de aprobación con la que hoy cuenta el Presidente López Obrador muestra el gran respaldo que tiene la promesa del cambio de régimen. Valdría la pena que se aprovechara este Primer Informe de Gobierno para ofrecernos mayor claridad sobre el perfil del 'nuevo régimen'.

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