Una de las crisis humanitarias más graves de nuestro siglo es la migratoria; estamos viviendo desplazamientos humanos en cantidades sin precedentes. La estimación global de Naciones Unidas es que para 2020 habría 281 millones de migrantes en el mundo, lo que equivale a 3.6 por ciento de la población mundial. Para este mismo año, en América Latina la población migrante representó 7.2 por ciento de la población total, esto es el doble del promedio mundial. La cifra de desplazados forzosos superó en 2021 el umbral de los 89 millones de personas que abandonaron sus países.
En varias ocasiones el presidente López Obrador ha dicho que, para disminuir en forma importante la migración forzada y la crisis humanitaria que generalmente la acompaña, hay que identificar y combatir las causas que la origina. Estas palabras me parecen muy acertadas. Las principales causas que se han identificado por los expertos y por el Alto Comisionado de la ONU para Refugiados son: la pobreza, los desastres naturales, la inseguridad y una búsqueda por una mejoría de vida. También se han señalado otras razones como las guerras, la violencia, la persecución política, violación de los derechos humanos y la crisis ocasionada por regímenes autoritarios.
Para los casos específicos de Honduras, El Salvador y Guatemala, el presidente López Obrador ha mencionado que las principales causas de la migración son la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia. En función de esto ha abogado por mayor cooperación e inversiones de parte de Estados Unidos. Eso está muy bien. Sin embargo, como lo mencioné anteriormente, en América Latina ha habido un incremento sostenido en el número de migrantes, duplicando el promedio mundial. La migración forzada no ha sido solo del llamado triángulo del norte y de México sino también de otros países. Ahí está, por ejemplo, el éxodo venezolano de más de seis millones de personas, con un incremento sostenido a partir del año 2017. Esta migración forzada está ligada con un control dictatorial del país, violación de los derechos humanos y encarcelamiento de líderes opositores. Esto incluye también cierre de medios de comunicación y fraudes electorales.
En Nicaragua sucede algo similar. A partir del año 2018 cuando estalló la crisis social y política en el país, la migración hacia Costa Rica y Estados Unidos se incrementó en más de un 200 por ciento. A la fecha más del 10 por ciento de la población costarricense es migrante. Algunos analistas indican que, Costa Rica, un país con una población de 5 millones de personas, alberga alrededor de medio millón de inmigrantes nicaragüenses, que en su mayoría han salido por las distintas crisis políticas que ha habido en Nicaragua, y, en particular la última, que ha sido una de las dictaduras más sangrientas de su historia. López Obrador afirma que el neoliberalismo es el culpable de generar migración forzada, por generar pobreza y violencia, pero desde principios de siglo tanto en Venezuela como Nicaragua se acabó el neoliberalismo. ¿Entonces? ¿Por qué estando tan claro el origen de estas migraciones en estos dos países, López Obrador no se ha pronunciado como lo hace con Honduras, El Salvador y Guatemala? ¿Cuál sería la solución?
Atacar esas causas claramente identificables en Venezuela y Nicaragua, sería de forma unificada, condenar y aislar a los gobernantes que están causándolas, pues es la población de sus países y la presión sobre la población receptora los que están pagando los platos rotos por problemas que no causaron. ¿Dónde están todos los promigrantes tratando de actuar sobre las causas de estas migraciones en lugar de solo exigir que otros países los reciban? ¿Qué están haciendo para eliminarlas cuando están claramente identificadas?