Uno de los activos más importantes de un país es su capital humano. Los países como Israel y Japón crecieron principalmente gracias a eso, sobre todo porque los recursos naturales con los que cuentan son muy escasos. En Israel, por ejemplo, lograron transformar, primero un desierto en tierras fértiles y luego llegar a ser uno de los países que más tecnología genera per cápita.
Por otro lado, México enfrenta un "déficit de empleo calificado". Cada año crece la cantidad de jóvenes que se gradúan de universidades destacadas y el país no genera suficientes empleos calificados, bien remunerados y satisfactorios para esta población. Los graduados universitarios, de maestría y doctorado se encuentran con mayor frecuencia sobrecalificados para las pocas vacantes que encuentran. Según el Migration Policy Institute: "La oferta de personas educadas en México está creciendo cinco veces más rápido que la población, pero las oportunidades laborales para los profesionales no se están expandiendo tan rápido".
La falta de oportunidades, bajos salarios y la pequeña cantidad de espacios disponibles para que los jóvenes trabajen en sus campos de especialización han generado frustración entre las nuevas generaciones. El clima de inseguridad y violencia que ha afectado al país en los últimos años se ha convertido en uno de los mayores alicientes para que los educados emigren. Los más preparados son los más informados y sensibles al tema de la inseguridad. Los adultos jóvenes se sienten decepcionados, asustados, frustrados y cansados. Están perdiendo la esperanza y se sienten traicionados por sus gobernantes. Sienten que su país no puede brindarles lo que merecen y que tienen derecho a sentirse seguros.
Según el Conacyt alrededor de 1.2 millones de mexicanos con títulos universitarios y de posgrado salieron en busca de mejores oportunidades entre 1990 y 2015 (altísimo considerando que prácticamente el 80 por ciento de la población no cuenta con estudios universitarios, OCDE 2020). La emigración calificada combina diferentes perfiles, incluye estudiantes, científicos y académicos; también los que se desempeñan en ocupaciones ejecutivas y de gestión, así como técnicos y profesionales que no encuentran empleo y que incluso buscan insertarse en ocupaciones no profesionales en EU u otros países. En 2009 el entonces subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán declaró que el éxodo de talentos mexicanos le ha costado al país más de 100 mil millones de pesos.
Muchos estadounidenses tienen una imagen equivocada de la migración de México a Estados Unidos, creen que solo son trabajadores agrícolas que cosechan todo tipo de verduras y frutas o las niñeras que cuidan a los niños, ambos únicamente con educación básica. Pero en los últimos años ha surgido una tendencia que complementa esta imagen. Un porcentaje creciente de inmigrantes mexicanos con nivel universitario y de postgrado.
Se espera que aún en la actual crisis económica, las presiones internas en EU y la elección de Biden a la presidencia, signifique un cambio en la política migratoria y esto facilite la selección de individuos con habilidades avanzadas, lo que contribuirá a exacerbar la fuga del talento mexicano. México está atrapado en un círculo vicioso: la falta de oportunidades y la inseguridad expulsa a ciudadanos preparados, generando una fuga de cerebros que, al mismo tiempo, restringe el desarrollo y progreso del país. México necesita entender las implicaciones que tendrá esta fuga de cerebros en los próximos años y abordar el problema con una solución integral y estructural frente a los proyectos de corto plazo que han caracterizado al país a lo largo de su historia.
*La siguiente columna saldrá el día 11 de enero 2021.