Mitos y Mentadas

La narrativa política de la desigualdad

La desigualdad no es un accidente sino una característica del capitalismo, y solo puede revertirse a través del intervencionismo estatal.

En los últimos años se ha viralizado la narrativa de la desigualdad. No la relacionada con desigualdades sociales, legales, de género o bien la que se genera a partir de valores culturales, condicionantes estructurales o psicológicas. La discusión que se hizo tendencia a partir de la publicación del libro Capital en el Siglo XXI, de Piketty, es la relacionada con la concentración del ingreso y la riqueza en el 1.0 por ciento superior de la población.

La tesis central es que la desigualdad no es un accidente, sino una característica del capitalismo, y solo puede revertirse a través del intervencionismo estatal. En muchos países la proporción del ingreso nacional proveniente de sueldos y salarios ha disminuido. Esto ha llevado a muchos economistas a concluir que las empresas están explotando a los trabajadores. El argumento es que estos han perdido considerable poder de negociación en la medida que los sindicatos han disminuido su influencia. Adicionalmente, se argumenta que también ha influido el que muchos países han reducido el impuesto sobre la renta para las corporaciones y las personas con mayores ingresos.

Estas dos variables —según indican— continuarán afianzando la desigualdad económica. Esta tesis ha sido repetida y abanderada por muchos políticos autodenominados de izquierda. Una vez más, la teoría de la explotación de los trabajadores por parte del gran capital se ponía en boga. Los académicos y la prensa hablan incesantemente del tema. La desigualdad económica (no la pobreza) se convirtió en una especie de bandera ideológica. Sentían que ahora sí tenían una narrativa ganadora. Las calles se llenaron de manifestantes que exigían a sus gobernantes a actuar. Lo que nunca se imaginaron es que esta narrativa también se convertiría en una veta de campaña para los ahora conocidos 'populistas de derech'. Para estos, el problema de la desigualdad no está relacionada con el abuso y explotación de las grandes empresas ni los cambios fiscales.

Los nacionalistas de derecha como Trump culpan al libre comercio y a la inmigración por empobrecer a la clase media y acentuar la desigualdad económica. Argumentan que la mayoría de los inmigrantes en los países desarrollados son los menos preparados. Esto hace, que además de crear presión salarial sobre trabajadores nacionales, muchos inmigrantes con bajos niveles de educación consuman más en beneficios gubernamentales de lo que pagan en impuestos a lo largo de sus vidas. Esto crea desafíos presupuestarios fiscales generando más desigualdad en la parte baja de la pirámide. En cuanto al libre comercio, existen estudios económicos que sugieren que este contribuyó en forma importante en el declive industrial en los países desarrollados. Varios economistas han estimado que el comercio con China es responsable de aproximadamente una cuarta parte de los cinco millones de pérdidas de empleos en el sector manufacturero estadounidense entre 1991 a 2011. Curiosamente en este tema opinan lo mismo tanto liberales (Sanders) como conservadores (Trump).

Los discursos con sesgo ideológico y la autoproclamada integridad científica son especialmente comunes cuando hay confrontación entre intereses políticos. Algunas preguntas que surgen entonces: ¿Quién tiene razón? ¿Existen otras causas que generan desigualdad? ¿Por qué en algunas ciudades o estados en un mismo país hay menos desigualdad? ¿Por qué muchos migrantes prefieren ir a países o ciudades con mayor desigualdad? ¿Cómo intervienen los valores culturales en la desigualdad? ¿Es un tema que preocupa más a los habitantes o a políticos? Sobre estos temas hablaré en las próximas columnas.

COLUMNAS ANTERIORES

Cada quien vota, según le va en la feria
Aguas con la nueva Ley FEPA

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.