Ayuda de memoria. López Portillo asumió la presidencia de la República con un discurso conciliador, en consonancia con su lema de campaña: 'La solución somos todos'. Ese fue el inicio de su distanciamiento con Echeverría, que había cerrado su sexenio con un fuerte enfrentamiento con los empresarios.
Sin embargo, en 1981-82, después de haber anunciado que "México debería prepararse para administrar la abundancia" (petrolera), el gobierno enfrentó una crisis económica sin precedente, estuvo a punto de declararse en suspensión de pagos, y el 1 de septiembre de 1982, López Portillo dio un albazo y estatizó la banca.
López Obrador ha personificado, en estos meses, un pequeño melodrama. Primero ofreció que se crecería al 4 por ciento. Pero cuando los expertos bajaron la estimación al 2 por ciento, se mofó de ellos y advirtió que él tenía otros datos.
Poco después, los bancos y las calificadoras bajaron, de nuevo, el pronóstico de crecimiento. AMLO respondió descalificándolos y reiterando la meta, pero ya no del 4, sino del 2 por ciento.
Luego, ante el fantasma de la recesión, AMLO festinó el crecimiento de 0.1 por ciento, estimado por el Inegi, para el segundo trimestre, y señaló que sus adversarios se habían quedado con un palmo de narices.
El penúltimo episodio arrancó con una inusitada reflexión del Presidente, que vale citar: junto "con el combate a la corrupción y la austeridad, se requiere que haya crecimiento económico y esa es la asignatura pendiente… ahora es importante que impulsemos el crecimiento".
La nota sorprendió a propios y extraños. El Presidente reconocía, implícitamente, que las cosas no iban bien en la economía y precisó cuatro estrategias para impulsar el crecimiento. Ninguna de ellas, sin embargo, consideró una corrección de rumbo en temas capitales: NAIM, gasoductos, farmouts, Dos Bocas, Tren Maya, energías renovables.
En esas estábamos, digiriendo la primera autocrítica del sexenio –que algunos vieron con ojos esperanzadores–, cuando el Inegi hizo público que el crecimiento estimado de 0.1 por ciento no había sido tal y que los números definitivos arrojaban un crecimiento de 0.0 por ciento.
La respuesta del Presidente de la República queda allí para los anales de la historia: "Crecer puede ser que beneficie a un pequeño grupo, pero ahora se está creciendo y hay más y mejor distribución del ingreso… Por eso no nos preocupa mucho el asunto".
En pocas palabras, el Presidente volvió por sus fueros, reiteró que los expertos se equivocan y que la economía va muy bien. El sainete recuerda la fábula de la zorra y las uvas verdes, pero, más allá de eso, es un indicador del temple presidencial y de lo que se puede esperar en el futuro.
La reacción de López Obrador se asemeja a una frase de un asesino serial, preso en San Quintín: "si la vida te es adversa o te aburre, cámbiale de canal". Y, en efecto, el uso reiterado de "tengo otros datos" es la expresión justa de alguien que no está dispuesto a reconocer la realidad y, por lo mismo, es enemigo acérrimo de cualquier rectificación.
Es por eso que la anécdota de López Portillo viene a colación. Si alguien le hubiera preguntado, en 1976, si estaba en sus planes estatizar la banca, hubiera soltado una sonora carcajada y lo habría negado sincera y rotundamente.
Pero, seis años después, enfrentó el dilema de asumir la responsabilidad del desastre, que él mismo había provocado, o culpar a los banqueros y nacionalizar la banca; optó por la fuga hacia adelante: ¡No nos volverán a saquear!
En el imaginario de AMLO hay frases sintomáticas: "debemos producir lo que consumimos", "es mejor heredar a los hijos pobreza pero no deshonra'" que nos hablan de su visión ideológica, y está también el mecanismo reiterado de responsabilizar a la mafia en el poder de los males que está siendo incapaz de solucionar.
Así que si en el mediano o largo plazos AMLO enfrenta una crisis de envergadura, optará –antes que admitir su error o responsabilidad– por una fuga hacia adelante.
Y en ese arrebato contará, sin duda alguna, con las facciones radicales de Morena que consideran que, hasta ahora, la 4T no ha cumplido sus objetivos esenciales, que exigen la depuración y expulsión de los moderados.
Mientras esos tiempos llegan, y los radicales están seguros que así será, ambos bandos velan armas, pero el vencedor será quien tenga la bendición de AMLO. Vendrá entonces el cordonazo, la larga noche de los cuchillos largos.