Juan Manuel Portal, exauditor superior de la Federación, en una reunión con Peña Nieto, en 2017, le advirtió sobre la 'estafa maestra', sin embargo, el presidente sólo "tomó nota; había la intención (de hacer algo), pero no se hizo nada" (El Universal, 16/8/19).
Agregó que en esa reunión también le expuso las compras irregulares de las plantas de Fertinal y Agronitrogenados en Pemex, así como las acusaciones contra el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte.
En referencia a otra reunión con Rosario Robles, señala: le dije que lo que se hacía en Sedesol era un delito y le advertí: "Más vale que corrija y dejen de hacerlo. Me dijo: 'sí, ya no lo vamos a hacer'... Se va a Sedatu y lo vuelve a hacer".
No hay forma, pues, que Rosario Robles evada la culpabilidad, que se le imputa en la 'estafa maestra', ni tampoco puede soslayarse la responsabilidad de Peña Nieto.
El testimonio de Portal, que es un personaje admirable por su honradez y valentía, abona a la exigencia de Coello Trejo para que, en el caso de Lozoya, sean citados a declarar tanto Peña Nieto como Luis Videgaray.
Hasta el momento, Lozoya no ha hecho público el video que prometió para evidenciar las operaciones irregulares en Pemex y la responsabilidad de 'los de arriba'. Pero no hay duda que no está dispuesto a pisar la cárcel y quedarse callado, como en su momento hizo Javier Duarte.
AMLO, por su parte, ha declarado una y otra vez que Rosario Robles sólo es un 'chivo expiatorio'. Lo que, ahora que está detenida, se puede entender como una invitación a que colabore con la FGR, denunciando al resto de los implicados.
Por si lo anterior fuera poco, a propósito del caso Robles, AMLO retomó el tema del enjuiciamiento a los expresidentes afirmando que debería ser resuelto mediante una consulta popular para que sea el pueblo quien decida.
Las consultas a mano alzada u organizadas por Morena, al estilo de la que se hizo con el NAIM, son –como ya se ha visto– 'sabiamente orientadas'. Pero, en el caso de Peña Nieto, hay que reconocer que, si la consulta se hiciera con todas las de la ley, sería votada abrumadoramente a favor.
El panorama se ennegrece, cada vez más, para Peña y compañía. Por lo que se impone una interrogante simple: ¿en qué momento y por qué razón se imaginó que AMLO le garantizaría indefinidamente su impunidad?
La certeza, del entonces presidente, fue tal que no sólo minó la campaña del candidato del PRI, sino desató una ofensiva contra Ricardo Anaya, imputándole cargos falsos con el fin de torpedear su candidatura, con patente éxito.
A grado tal que, si bien AMLO ganó por muchas razones: persistencia, astucia, hartazgo de la corrupción, pésima campaña de Anaya, nadie puede negar que la ofensiva de Los Pinos fue uno de los factores relevantes del triunfo del 1 de julio.
Así que la pregunta formulada arriba adquiere mayor peso: ¿en qué momento Peña decidió que la victoria de AMLO era una cuestión vital para él y su camarilla? Una respuesta plausible es que la promesa pública de Anaya de enjuiciarlo, si ganaba la Presidencia, influyó decisivamente.
Pero, independientemente de cómo haya sido, lo que sorprende es la fe ciega, de carbonero, de que López Obrador le garantizaría la impunidad indefinidamente.
El cálculo era muy arriesgado, por no decir francamente ingenuo, al menos por dos razones: la bandera anticorrupción de AMLO y las necesidades prácticas de cualquier presidente en ejercicio.
Bajo el priato, lo debió haber tenido Peña en mente, se ejerció la justicia en múltiples ocasiones para ganar legitimidad y deslindarse del sexenio anterior. Pero AMLO no quería sólo distanciarse del presidente anterior, sino de la 'noche oscura del neoliberalismo', cuyo 'representante' más corrupto e impresentable es EPN.
Por lo demás, AMLO está enfrentando un escenario muy complejo, que él mismo ha provocado con sus errores y obsesiones, en todos los frentes, pero particularmente en materia de seguridad y economía. Así que nada raro tendría que ahora decidiera ir contra EPN.
Es posible, consecuentemente, que el contexto adverso esté acelerando los tiempos y movimientos. El enjuiciamiento de Peña Nieto rendiría frutos extraordinarios, que nada podría igualar, elevando por las nubes la popularidad de López Obrador.
Así que todo indica que la hora de Peña ha llegado o está próxima a llegar. Pero si eso no ocurriese, habría que concluir que EPN tiene un as bajo la manga, que es un verdadero seguro de impunidad.