El presidente López Obrador ha citado reiteradamente la idea que lo importante no es interpretar el mundo, sino transformarlo. Recientemente llevó más lejos la reflexión y descalificó a los académicos porque no salen de sus cubículos y desconocen el mundo real.
No hay duda que AMLO tuvo contacto, en los años setenta, cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, con diferentes tendencias marxistas personificadas por profesores que se asumían como revolucionarios y militaban en organizaciones trotskistas (Rodríguez Araujo, por ejemplo), comunistas, maoístas, etcétera
De hecho, la idea multicitada es la onceava Tesis sobre Feuerbach, de Carlos Marx: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Y es casi tan conocida como la frase del Manifiesto Comunista: "los proletarios no tienen nada que perder más que sus cadenas".
Sin embargo, Marx fue también un acérrimo crítico del populismo, del Estado, del socialismo utópico y –avant la lettre– de lo que hoy podemos definir como socialdemocracia.
Enumero:
1.- El pueblo. Marx consideraba que hablar del 'pueblo' era demagógico e inconsistente. Porque no es una unidad homogénea, sino está integrado por clases sociales y no todas ellas tienen una vocación revolucionaria.
2.- La noción del 'pueblo bueno' le parecía aún más aberrante. A diferencia del cristianismo, no idealizó la miseria ni la pobreza. Nunca las consideró tierra fértil para valores superiores. (Luis Buñuel, cien años después, materializó esa visión crítica y descarnada en varias de sus películas, notablemente en Los Olvidados).
3.- Marx fue un crítico radical de la igualdad formal: todos iguales ante la ley, porque consideraba que la desigualdad real, entre propietarios y proletarios, producía explotación.
4.- De ahí también su crítica al Estado moderno, al que consideraba como el comité o instrumento de la clase dominante.
5.- Sin embargo, el antiestatismo de Marx iba mucho más allá. El Estado, lejos de encarnar el interés y saber universales, era una forma de opresión de la burocracia. La política jamás podría ser una actividad noble.
6.- Por eso su representación de una sociedad verdaderamente libre y armónica suponía la desaparición del Estado, para dar paso a la interacción entre individuos cabalmente libres.
7.- Pero no sólo libres de la dominación, sino también libres del trabajo y la explotación. Esa visión se anclaba en el desarrollo de las fuerzas productivas, particularmente la ciencia y la técnica, que generarían una superabundancia de productos, al tiempo que las máquinas y robots liberarían al hombre del trabajo.
8.- En ese mundo perfecto, sin Estado, sin explotación y sin necesidad de trabajo, los hombres se levantarían como poetas en la mañana y terminarían la jornada cultivando su jardín.
9.- Nada más lejano, en consecuencia, que una sociedad igualitaria, donde imperara la dorada medianía, con seres cortados por la misma tijera, con valores estandarizados, que vivirían, comerían y se vestirían según el mismo patrón.
10.- De hecho, su crítica contra los socialistas utópicos, que predicaban frugalidad e igualdad, pasaba por señalar que el igualitarismo de las sociedades comunistas primitivas, donde la escasez de bienes era la norma, no era deseable por ningún motivo.
11.- Marx estaba convencido que el desarrollo de las fuerzas productivas, la Revolución Industrial, la ciencia y la técnica, eran el gran aporte de la sociedad capitalista que abriría las puertas para un futuro sin cadenas ni opresión. Un mundo en que cada individuo recibiría bienes no en función de su trabajo, sino de sus necesidades.
La utopía de Marx fue destrozada por la historia. El socialismo real fue un fracaso. El proletariado nunca realizó la revolución libertaria, sino que fue sometido por un orden brutal e improductivo, donde el Estado se convirtió en el gran Moloch que todo controla y engulle.
Pero, más allá de eso, la visión de Marx del desarrollo de las fuerzas productivas, basado en la ciencia y la técnica, sigue siendo válida. De manera tal que la tesis de transformar el mundo, no interpretarlo, debe apuntar hacia adelante. Glorificar el pasado y la pobreza es profundamente c-o-n-s-e-r-v-a-d-o-r y r-e-a-c-c-i-o-n-a-r-i-o. La instauración de una sociedad más libre y próspera se opone radicalmente a una igualdad rasa y mediocre, impuesta por el Estado.