Una diana es, esencialmente, una plantilla para la cuantificación y cualificación de datos que nos muestren nuestra puntería.
Tomé el diseño habitual de una diana y le otorgué, a cada una de las ocho porciones de las que está compuesta, un color y un título distinto. Bajo los ocho títulos, la diana debía contener todos los deseos futuros que pudiera tener. El título 'sorpresa' es totalmente ambiguo, en previsión de la ocurrencia de un deseo que no pudiera enmarcarse en ninguno de los otros siete.
Durante todas las mañanas del año 2014 –a excepción de los días 18, 19 y 20 de junio– y tras pedir mentalmente un deseo, lanzaba un dardo desde una distancia de 2.5 metros, intentando acertar en la zona correspondiente.
Al extraer el dardo, manchaba la zona donde había impactado con pintura del mismo color que el deseo pedido. Al realizar este acto descubrí que los deseos conseguidos apenas se aprecian, mientras que los deseos que quedan como tales se hacen mucho más evidentes. Tal y como sucede en la vida.
Acertar en el centro, donde confluye una pequeña porción de cada uno de las tipologías de deseo, pronostica un día perfecto. ¿Es un día perfecto alcanzar una pequeña porción de distintos deseos? o, por el contrario, ¿es más perfecto un día con mucho de un solo deseo? Por otra parte, intentar acertar en el centro de la diana –el supuesto 'un día perfecto'– conlleva que las posibilidades de que el dardo termine en una porción no deseada es mayor que si se apunta a los márgenes de la diana. Seguramente estos dos factores influyeron en que no acertara en el centro ni una sola vez.