El fiscal de hierro

Carta

Mediante la presente me permito escribir a usted para expresarle mi sentir ante su entrada como la primera mujer en ocupar la Presidencia de México.

Nuevamente, estimado lector, me permito utilizar este prestigiado medio de comunicación para dirigirme, ahora, a la nueva presidenta de México. Esperando que este mensaje sea tomado en consideración:

DOCTORA CLAUDIA SHEINBAUM PARDO.

C. PRIMERA PRESIDENTA CONSTITUCIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS.

P R E S E N T E.

Mediante la presente me permito escribir a usted para expresarle mi sentir ante su entrada como la primera mujer en ocupar la Presidencia de México. Su predecesor ya no es quien lleva la banda presidencial; es usted quien, ahora, deberá tomar las decisiones y dictar el rumbo de nuestro país. Este momento representa un hecho histórico para todos los mexicanos. No debemos olvidar que vivimos en un país marcado por una estructura profundamente machista, una nación que ha visto por años cómo las mujeres han luchado incansablemente por obtener la igualdad que les corresponde, tanto ante la ley como en el reconocimiento social. Ellas han derramado sudor y sangre para que sus derechos humanos, sus bienes jurídicos y sus valores fundamentales sean respetados, no solo por las normas, sino por una sociedad que sigue cambiando y evolucionando.

Doctora Sheinbaum, está usted consciente de que toma las riendas de una nación profundamente lastimada, golpeada por años de decisiones cuestionables y la falta de un liderazgo efectivo. Es cierto que su predecesor ha dejado una huella imborrable en la historia política del país, pero ahora es usted quien debe decidir si desea continuar por ese mismo camino o, por el contrario, tomar un rumbo que permita sanar las heridas que se han abierto en los últimos años. No será fácil, pero en sus hombros recae no solo la posibilidad, sino la enorme responsabilidad de pasar a la historia no solo como la primera mujer presidenta, sino como la mejor presidenta que haya tenido nuestro México.

Confieso que me llena de esperanza pensar que, más allá de las continuidades que pueda haber en cuanto a ciertas retóricas del pasado reciente, también usted representa una bocanada de aire fresco. Usted tiene la oportunidad de dejar atrás el pensar tradicional, el camino ya trazado por otros, y abrir paso a nuevas formas de hacer las cosas desde la Presidencia. Su llegada al poder tiene el potencial de marcar un cambio trascendental en cómo se aborda el gobierno de México, y es precisamente esa esperanza la que mantiene a muchos mexicanos observando sus primeros pasos con atención y expectativa.

Dicho esto, no puedo evitar recordarle enfáticamente que asume la Presidencia en un contexto en el que México se encuentra sumamente vulnerable. La inseguridad, la violencia, la corrupción, la impunidad y una economía que no termina de dar certidumbre son solo algunos de los problemas que, aunque no nuevos, han adquirido dimensiones alarmantes. Tiene usted mucho trabajo por hacer, decisiones difíciles que tomar y una gran cantidad de cambios urgentes por implementar si de verdad busca que su mandato marque una diferencia, basada en el respeto al Estado de derecho.

En este sentido, señora presidenta, le pido que no olvide algo fundamental: un partido político, por más sólido que sea en su ideología, no puede ni debe quedar reducido a la representación de una sola persona. Un partido es una construcción colectiva, donde muchas voces convergen y deben ser escuchadas. Aunque es probable que continúe algunos de los principios de su predecesor, le ruego que no se convierta en una extensión de su mandato, en una réplica que nos lleve nuevamente a caminos de polarización y estancamiento.

Las frases “de tal palo, tal astilla” o “hijo de tigre, pintito” son muy conocidas, pero en este caso, le pregunto: ¿dejará usted que esa analogía le aplique, comparándola con su predecesor? Si decide continuar exactamente por esa senda, debe tener presente que difícilmente se le recordará como la mejor presidenta de la historia. Al contrario, se hablará de cómo la primera mujer presidenta no fue más que una continuación de lo que ya se vivió, o peor aún, de que no logró diferenciarse ni mejorar la situación. Reflexione sobre eso, porque está en su poder demostrar que este país puede y debe ser mejor.

Tiene en sus manos la oportunidad de trascender no solo como un símbolo histórico, sino como una líder efectiva que puede guiar a México hacia un futuro más justo, más equitativo y más seguro para todos. Eso es lo que esperamos de usted.

ATENTAMENTE,

JAVIER COELLO TREJO.

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