Recientemente tuve la desdicha de toparme con un mensaje en redes sociales del Doctor HUGO LÓPEZ-GATELL RAMÍREZ, quien se regocijaba tras recibir el “Premio Nacional Carlos Montemayor 2024”. Según él, esta distinción le fue otorgada por su “ética”, su compromiso con “buscar siempre la verdad”, su labor por “cultivar la dignidad humana” y su incansable lucha por “una sociedad más justa”.
Frente a estas afirmaciones, surgen preguntas inevitables: ¿Qué concepto de ética avala la omisión que conduce a la muerte de miles de personas? ¿Cómo puede alguien, en su calidad de servidor público y garante de la vida, justificar su actuación en una de las gestiones más negligentes y desastrosas de salud pública que ha vivido este país?
Es innegable que la sociedad parece haber olvidado lo sucedido durante la gestión de LÓPEZ-GATELL como Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud durante la pandemia de COVID-19. Permitámonos, entonces, refrescar la memoria.
Desde finales de 2019, el mundo observaba con creciente preocupación el surgimiento del virus SARS-CoV-2. Para enero de 2020, la amenaza era clara, y las naciones empezaban a implementar medidas de contención. Sin embargo, en México, LÓPEZ-GATELL desestimó las advertencias internacionales y diseñó una estrategia deficiente y peligrosa.
Primero, minimizó la importancia del uso del cubrebocas, ignorando las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos científicos. Llegó incluso a prohibir la realización masiva de pruebas, una herramienta crucial para detectar y contener la propagación del virus. En su lugar, optó por mensajes contradictorios, subestimando la gravedad de la pandemia y alentando la normalidad cuando era evidente que se requerían medidas drásticas.
El resultado de estas decisiones fue devastador. Mientras países con estrategias másrobustas lograban contener la pandemia, México registró una de las tasas de mortalidad más altas del mundo. Las cifras oficiales hablan de más de 300,000 defunciones, pero los análisisindependientes y las actas de defunción sugieren que el número real supera las 800,000 muertes. Esas vidas pudieron haberse salvado con una gestión responsable y apegada a estándares internacionales.
Pero lo más alarmante no es solo la negligencia, sino la deliberada ocultación de información. LÓPEZ-GATELL no solo falló en implementar medidas efectivas, sino que también manipuló datos para minimizar el impacto de la pandemia, encubriendo la magnitud de la tragedia. Esta conducta, lejos de ser meramente negligente, constituye un acto deliberado de encubrimiento que debería ser sujeto de investigación penal.
De acuerdo con el Código Penal Federal, los actos del Doctor LÓPEZ-GATELL configuran el delito de HOMICIDIO DOLOSO en su modalidad de COMISIÓN POR OMISIÓN, establecido en los artículos 302 y 307. Como funcionario público, su obligación era garantizar la salud y la vida de los ciudadanos, pero sus decisiones y omisiones contribuyeron directamente a la muerte de miles.
Ahora, el hecho de que reciba un premio por su “ética” es un insulto a las víctimas y sus familias. Más aún, cuando la distinción proviene de una “sociedad filantrópica” presidida por BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER, esposa del ex Presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR. No olvidemos que este último fue quien, durante su mandato, brindó un blindaje político a LÓPEZ-GATELL, ignorando los reclamos de justicia de miles de familias.
La entrega de este premio es un acto de cinismo puro, un intento por reescribir la historia a conveniencia. Es un golpe a la memoria de aquellos que perdieron la vida, un acto de deshonra para quienes sufrieron la pérdida de sus seres queridos debido a una gestión negligente y criminal.
En México, hemos sido testigos de cómo se premia la incompetencia y se encubre la negligencia, pero no podemos permitir que la memoria colectiva sea borrada o manipulada.
No podemos callar frente a este intento de glorificar a quien debería rendir cuentas ante la justicia.
La justicia tarde o temprano llegará. Porque la muerte de más de 800,000 mexicanos no puede quedar impune, y quienes tuvieron en sus manos la posibilidad de salvar vidas, pero eligieron la indolencia y el encubrimiento, deberán responder ante la ley.
Que el Doctor HUGO LÓPEZ-GATELL RAMÍREZ disfrute su premio mientras pueda. La historia, al final, no será tan indulgente. Y cuando llegue el momento de rendir cuentas, ni los premios ni las distinciones podrán protegerlo de la verdad.