El sábado nos despertamos con la sorpresiva embestida por parte de militares de Hamas respaldados por Irán contra Israel. Este ataque se compara con la Guerra de Yom Kippur de 1973, cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque que tomó por sorpresa a los servicios de inteligencia de Israel.
Este ataque ya se califica como un fiasco de inteligencia por parte de los servicios de inteligencia de Israel, conocidos por su prestigio. Aunque no solo Israel está bajo la lupa ante este fracaso, también está salpicando a las agencias de Estados Unidos, que parecen estar más ocupadas en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Es sabido que las comunicaciones electrónicas y digitales de los enemigos de Israel, son rigurosamente intervenidas y observadas por ese país y sus aliados, pero de alguna manera los militares de Hamas lograron mantener sus comunicaciones “off the grid” o fuera de la red electrónico-digital.
Para evadir la vigilancia satelital, Hamas habría utilizado su vasta red de túneles que conectan el enclave con Egipto, que les permitió movilizar los materiales necesarios para fabricar y ensamblar miles de cohetes Qassam, de producción casera, los cuales fueron utilizados en el ataque.
Fue así como a pesar de la intensa vigilancia digital y por satélite, así como el uso de tecnologías predictivas y de reconocimiento facial, Hamas logró tomar desprevenidos a los servicios de seguridad de Israel.
Al igual que Egipto y Siria lo hicieran hace medio siglo, en esta ocasión Hamas lanzó su sorprendente incursión desde Gaza, un enclave costero de 140 millas cuadradas que Israel monitorea de cerca con múltiples capas de vigilancia.
Así como la Guerra de Yom Kippur dejó un legado de recriminaciones en torno a los servicios de inteligencia de Israel. En esta ocasión, el liderazgo de Israel ignoró señales claras de un ataque inminente, creyendo erróneamente que el entonces líder egipcio, Muhammad Anwar el-Sadat no optaría por atacar.
En los próximos meses, sin duda, tendremos una comprensión mejor de lo que salió mal este fin de semana, cuando los militantes de Hamas rompieron la valla fronteriza que marca Gaza y el sur de Israel, permitiendo que los militantes alineados con Irán tomaran posiciones militares israelíes, secuestraran y masacraran civiles a su paso.
Las imágenes del sistema Iron Dome de Israel siendo sobrepasado por miles de cohetes lanzados por Hamas, así como las escenas de equipos de asalto de Hamas asaltando Kibutzim y atacando autos que pasaban, dejarán un legado traumático que obligará a los responsables de los sistemas de inteligencia israelíes a replantearse su estrategias y tácticas.
Aunque se alzan voces sobre la responsabilidad que tiene Benjamin Netanyahu y su enfoque en la política interna, por ahora, los partidos de oposición del país están unidos, llamando a la unidad ante el ataque. “En días como estos, no hay oposición ni coalición en Israel”, dijeron sus líderes en un comunicado conjunto.
Esto nos recuerda que no hay enemigo pequeño y no se puede subestimar a los adversarios, en un mundo en constante evolución la complacencia puede llevar a un fracaso catastrófico de la inteligencia. A pesar de que Israel se reconoce a nivel mundial como el estado del arte en lo que se refiere a servicios de inteligencia, en este caso no fueron capaces de adaptarse a las tácticas de sus oponentes.
Los ataques del 9/11 ya nos enseñaron que la coordinación efectiva entre agencias de inteligencia nacionales e internacionales es esencial para abordar amenazas complejas y un enemigo que se encuentra en constante evolución. De igual manera, los conflictos políticos internos y externos son una distracción que desenfoca de lo importante a los servicios de inteligencia.
Después de eventos como este y una vez que la calma llegue al pueblo israelí, será crucial llevar a cabo una revisión exhaustiva de los procedimientos de inteligencia y seguridad. Las lecciones aprendidas de este fiasco de inteligencia deben ser tomadas en serio, no solo por Israel, sino por todas las naciones que buscan proteger a sus ciudadanos en un mundo cada vez más impredecible y peligroso.