La tecnología de aplicaciones ha venido evolucionando, desde el software que pretende incluir todas las características que un usuario puede necesitar, con la llegada de los teléfonos inteligentes pasamos al abuso de las aplicaciones móviles, y ahora estamos en una era híbrida en la que cada uno podemos conectar las características que requerimos para crear aplicaciones a la medida.
En una era donde la inteligencia artificial se está convirtiendo rápidamente en una herramienta cotidiana, OpenAI ha dado un paso gigantesco con el lanzamiento de su plataforma de GPTs personalizables. Este avance no sólo redefine nuestra interacción con la tecnología, sino que también abre un abanico de oportunidades económicas para usuarios comunes y empresas por igual.
Las GPTs son aplicaciones habilitadas con inteligencia artificial, creadas por OpenAI, que tienen propósitos específicos. Por ejemplo, hay un GPT que ve imágenes o video, otro GPT que puede escuchar audio, otro que puede leer texto, otro que califica la actitud o la intención, si se conectan todos, podemos crear una herramienta que nos permita analizar los mensajes que nos llegan a nuestros canales de servicio al cliente.
Hace un año, la llegada de ChatGPT marcó un hito en la historia de la IA, presentando un chatbot capaz de realizar tareas aparentemente ilimitadas. Ahora, OpenAI va más allá, permitiendo a los usuarios crear versiones personalizadas de ChatGPT para casos de uso específicos, sin necesidad de conocimientos de programación. Esta democratización de la tecnología de IA es un cambio de juego, ofreciendo a los usuarios la posibilidad de convertir su uso de ChatGPT y GPT-4 en una actividad lucrativa.
Durante el DevDay, la primera conferencia para desarrolladores de OpenAI en San Francisco, se anunciaron varias novedades, incluyendo una versión más potente y económica de GPT-4 y la impresionante cifra de 100 millones de usuarios semanales de ChatGPT. Pero lo más destacado fue la presentación de los GPTs personalizables y la futura GPT Store, donde los creadores podrán monetizar sus creaciones basadas en la frecuencia de uso.
La plataforma permite una personalización detallada, desde definir cómo interactúa el GPT con las personas hasta integrar herramientas como navegación web, DALL-E y un intérprete de código. Además, se pueden cargar datos específicos y conectar el GPT con servicios externos como Canva y Zapier. Esto abre un mundo de posibilidades para aplicaciones en educación, entretenimiento, asistencia personal y mucho más.
Sin embargo, con grandes poderes vienen grandes responsabilidades. OpenAI ha establecido políticas de uso estrictas para prevenir actividades dañinas como fraude, discurso de odio y contenido para adultos. Además, los creadores de GPTs no podrán ver las conversaciones de los usuarios, aunque queda por ver qué nivel de datos de uso tendrán a su disposición.
La oportunidad de monetización es significativa. Con una base de usuarios ya establecida de 100 millones, los creadores de GPTs tienen un mercado listo para explorar. La clave del éxito radica en la habilidad para identificar nichos de mercado y desarrollar GPTs que aporten valor real, ya sea en campos especializados o en áreas de interés general como juegos o consejos domésticos.
Pero no todo es color de rosa. La creación de GPTs conlleva consideraciones legales y éticas importantes. Por ejemplo, ¿quién es responsable si un GPT proporciona un consejo erróneo que resulta en daños? Además, la privacidad de los datos es una preocupación constante. Aunque OpenAI ha tomado medidas para proteger la información privada, los usuarios deben ser cautelosos al compartir datos sensibles.
En resumen, la iniciativa de OpenAI de permitir GPTs personalizables es más que una simple mejora tecnológica; es una invitación a repensar cómo interactuamos con la inteligencia artificial y cómo podemos beneficiarnos de ella. Desde individuos buscando un ingreso extra hasta empresas buscando mejorar sus operaciones, las posibilidades son tan vastas como la imaginación. Sin embargo, es crucial abordar esta nueva frontera con una mentalidad responsable y ética, asegurando que la IA sea utilizada para el bien común y no para el perjuicio de los demás.