Caminar por los pasillos del CES 2025 en Las Vegas es como asomarse a una ventana que nos muestra el futuro. Es un espectáculo, una conversación global sobre lo que viene, pero también un recordatorio de cómo las tecnologías que imaginamos hace unos años están transformando nuestra realidad. Este año, lo que más llama la atención fue la madurez de la inteligencia artificial (IA) y la ciencia de datos. Ya no son conceptos lejanos ni herramientas reservadas para unos pocos; están aquí, moldeando industrias enteras, desde la movilidad hasta las finanzas.
Lo primero que me impactó fue la integración de la IA en productos que ya usamos. Google presentó un sistema que convierte a Gemini en asistente inteligente que entiende no solo lo que decimos, sino también el contexto en el que lo decimos. Imaginen esto aplicado a la gestión empresarial: una IA que no solo responde a dudas, sino que analiza hábitos, riesgos y objetivos para ofrecer una estrategia personalizada. Ese es el tipo de tecnología que veremos cada vez más en todos los aspectos de los negocios.
Y luego está Nvidia. Con su nueva generación de chips Blackwell, la empresa no solo está mejorando el procesamiento gráfico; está democratizando el acceso a una IA más potente. Esto significa que pronto, los emprendedores podrán competir con gigantes, utilizando algoritmos avanzados para predecir tendencias de mercado o gestionar riesgos con una precisión que antes era impensable. Lo que antes requería un equipo de ingenieros ahora podría estar incluso al alcance de usuarios individuales.
En el CES también quedó claro que la calidad de los datos sigue siendo el núcleo de cualquier estrategia exitosa. Sin datos bien gestionados y bien etiquetados, la IA simplemente no funciona. Bloomberg tiene experiencia de primera mano en este sentido. El trabajo con analistas y científicos de datos depende de un flujo constante de información confiable y bien estructurada. Sin estos cimientos, los modelos más avanzados no son más que cajas negras que generan ruido.
Lo que más me emocionó del CES no fueron los productos en sí, sino lo que representan. La IA está en una etapa donde la personalización será la norma. Herramientas como las que vimos con Google y Nvidia no sólo procesan información; la entienden en un nivel profundo, como si fueran humanos. Esto tendrá implicaciones enormes en los procesos de negocio, donde la confianza es clave. Imaginemos una IA que entiende no solo el perfil de los usuarios, sino sus preocupaciones y aspiraciones.
También me llevé una lección importante sobre sostenibilidad. La IA requiere energía, y mucha. Varios de los expositores destacaron que el crecimiento exponencial de los centros de datos está ejerciendo una presión sin precedentes sobre la infraestructura energética global. Como líderes en nuestras industrias, tendremos que pensar no solo en lo que podemos hacer, sino en cómo hacerlo de manera sostenible en el largo plazo.
Finalmente, está el tema de la regulación y la ética. En el CES se habló mucho de los riesgos de la IA descontrolada. Creo que esta es nuestra oportunidad de adelantarnos y establecer estándares claros. En todas las áreas de las empresas, esto significa desarrollar modelos transparentes y responsables que construyan confianza, atendiendo los miedos principales tanto de aquellos que despliegan la tecnología, como de quienes la consumen.
Terminando el CES, no podía dejar de pensar en cómo estas tecnologías están redefiniendo el juego. No son solo herramientas; son socios estratégicos en la forma en que gestionamos nuestras vidas y negocios. Para todos los sectores industriales, el mensaje es claro: la IA y la ciencia de datos no son opcionales. Se han vuelto esenciales para diferenciarse sin importar la industria en la que se desenvuelven las organizaciones.
Pero más allá de la tecnología, lo que realmente importa es cómo la usamos. ¿La empleamos para construir o para dividir? ¿Para resolver problemas reales o solo para presumir la capacidad de innovación? La respuesta a estas preguntas definirá no solo el futuro de las empresas, sino también el de nuestra sociedad. ¡Que era tan interesante la que estamos viviendo!