La Nota Dura

Carta a un necaxista encantado con la democracia

“La democracia es superior a cualquier otro régimen de gobierno, porque es el único que permite el cambio de gobernantes sin tener que acudir al costoso expediente de la sangre”, leyó Javier Risco en 'Cartas a una joven desencantada con la democracia'.

Maestro José Woldenberg: No sé si estás –me voy a permitir hablarte de 'tú' por la afición que nos une hacia los Rayos– 'encantado' con la democracia, pero al menos nos das razones para creer en ella. Después de leer tus 17 misivas dirigidas a cualquiera que busque un refugio de esperanza en el proceso electoral, he quedado convencido de actuar, de participar por nosotros, de asumir la responsabilidad ciudadana de CONFIAR –sí, así con mayúsculas– el próximo 1 de julio. En tu libro 'Cartas a una joven desencantada con la democracia' (editado por Sexto Piso) analizas desde todos los ángulos lo que significa votar, decidir y asumir nuestra pluralidad.

Nos dibujas la democracia con sus virtudes y sus múltiples defectos, pero nos dejas claro que es necesario voltear atrás para saber que hemos avanzando en el camino. Pasamos del México donde sólo existía espacio para la unanimidad, al de las visiones encontradas, y lo apuntas bien: "No arribamos por supuesto al paraíso. En primer lugar, porque la democracia es apenas un régimen de gobierno. Y en segundo, porque debes saber que el paraíso no existe", sin embargo, citas a Karl Popper para ser contundente: "La democracia es superior a cualquier otro régimen de gobierno, porque es el único que permite el cambio de gobernantes sin tener que acudir al costoso expediente de la sangre".

Es un poco tramposo de tu parte empezar con las virtudes, decirnos que, aunque nuestra democracia es joven –apenas veinte años– es el único sistema que ha logrado ampliar y fortalecer los derechos de los ciudadanos. Nos planteas una sociedad civil que poco a poco se organiza y que se le permite disentir; que ha sabido ganar lugares de representación y de influencia en la agenda nacional; que estamos en un escenario en el que se permite que "existan y coexistan voces diferentes –incluso enfrentadas– porque hay quien dice que de la diferencia surge la luz". Convences, atraes, iluminas el régimen y después, casi al final, nos recuerdas el porqué estamos desencantados.

Dedicas dos extensas cartas para hablarnos de la decepción: por un lado exploras nuestro desanimo ante las elecciones, y por otro das en el clavo de por qué nos entristece la democracia en la que vivimos.

Así lo explicas: "nuestras elecciones transcurren acompañadas de desprecio, distancia crítica e incluso sorna (…). Quizá la fuente de malestar más extendida sea que a muchos no les gustan los competidores. Son como aquellos fans del futbol que no están dispuestos a ver un juego entre Dorados y Murciélagos, pero que prenden la televisión para embriagarse con un encuentro entre el Barcelona y el Real Madrid", y tienes razón, la elección se reduce a un ejercicio vacío cuando los competidores no convencen. Sin embargo, la solución que propones se construye en el México presente: si no te gustan las opciones crea una –también eso lo permite la democracia.

Luego nos das un golpe fuerte cuando te olvidas de la teoría, cuando dejas a un lado esta construcción ideal de lo que hemos conseguido en términos de transparencia, participación y defensa del voto, cuando nos regresas a nuestra realidad que rebasa estos beneficios: "La falla histórica y estructural de México es la de su profunda desigualdad social", y ante eso se agrava la desconfianza, se divide la sociedad, se desanima, y si a esto le agregamos la corrupción, no hay democracia que alcance.

Tus cartas son ventanas que nos muestran distintos climas, distintos Méxicos, distintas épocas. Agradezco el ejercicio, porque en estos tiempos tan convulsos estas reflexiones dosificadas de la realidad que vivimos nos vienen bien.

Empecé esta carta diciendo que, por lo menos a mí, me has convencido. Al final, el desencanto se deriva de torpes cúpulas y cínicos arribistas; tus cartas forman un espejo, justo ahí centras el argumento de por qué seguir creyendo. Ya veremos si exageré en el terreno de la esperanza, por lo pronto sólo me queda decirte: gracias.

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