José Woldenberg decía que el papel donde votamos es digno de presumir, pero también nos debería de dar vergüenza. ¿Por qué? Porque el papel seguridad hecho por una empresa mexicana en específico, con un número determinado de papeletas foliadas y con nueve filtros de seguridad parece incorruptible, con marca de agua y filamentos de colores que sólo se pueden apreciar con luz ultravioleta generan esta inviolabilidad y lo hacen un papel único; en febrero pasado el INE presumía su fabricación en voz de Lorenzo Córdova: "el propósito de estas tareas es ofrecer a la ciudadanía la mayor certeza sobre la seguridad de que las boletas electorales estarán elaboradas bajo los más estrictos niveles de calidad y seguridad con la finalidad de que las papeletas sean infalsificables", hasta aquí la parte qué presumir.
¿Por qué nos debería de avergonzar? Por la simple razón de su existencia. Hay países en donde la planilla de votación se hace con el papel más barato porque sólo genera basura, se usa una sola vez y se desecha, nuestra corrupta historia democrática nos ha obligado a dudar absolutamente de todo, nuestra creatividad en la transa nos ha llevado al mapacheo, a urnas embarazadas, a robo de casillas, a duplicación de credenciales de elector… En fin, el papel donde votaremos es la muestra más clara de lo alejados que estamos de ser una sociedad civilizada.
Pongo este ejemplo porque para allá es hacia donde deberíamos de caminar, después de un sexenio que nos ha mostrado lo más cínico de la corrupción. El primer paso es desmarcarnos, pensar en el día después de la elección como un nuevo comienzo, el inicio de algo distinto. Y ya hay un grupo de mexicanos que levantaron la mano con una iniciativa ciudadana llamada El Día Después, "una iniciativa sin afiliación a ningún partido político, que invita a la sociedad mexicana a actuar con empatía durante el proceso electoral. En especial, a partir del 2 de julio que es cuando comienza el reto de adaptarnos a una nueva realidad y conciliar nuestras diferencias. El Día Después es un movimiento iniciado por un grupo de ciudadanos mexicanos preocupados por el futuro de su país. Cualquier ciudadano que comparta el mensaje y visión de un México menos violento donde todos tengamos lugar y seamos partícipes de la democracia puede formar parte de esta iniciativa."
Dos conceptos para dar el primer paso: adaptación a una nueva realidad y conciliar diferencias. Debemos de partir de ahí, saber que una de las cosas que ofrece la democracia es la oportunidad de comenzar de nuevo distintos proyectos de nación, caminar tal vez en el mismo sentido –con un diagnóstico similar– pero con distinto paso; después lo más difícil, unirnos tras una época de división hasta en las familias más cercanas, aprender de la derrota y celebrar la victoria sin arrogancia. ¿Cómo conciliar a los que se pararon de la mesa mentándose la madre? He ahí el máximo reto del 2 de julio. Para empezar a construir necesitamos partir de que nosotros somos la única solución a la mayoría de los problemas de este país, y sólo unidos los podemos enfrentar.
Mirar hacia el mismo lado es, tal vez, el único requisito que pide la iniciativa #ElDíaDespués. ¿Qué significa? Suscribir 12 compromisos ciudadanos: la paz y la tolerancia deben ser una realidad; no al racismo ni al clasismo; actitud crítica hacia nuestros gobernantes; la corrupción mata; la pobreza es una forma de violencia; escuchar a los pueblos indígenas; igualdad de género para sociedad justa; respeto a la identidad de género y orientación sexual; solidaridad con migrantes; apoyo a la educación, la cultura y las artes; respeto al medio ambiente; defender la libertad de expresión. Doce premisas para partir como un grupo organizado y consciente de lo que quiere.
Ojalá algún día regresemos al papel común y corriente para votar, ojalá no necesitemos nueve marcas de agua para asegurar que una elección será limpia, esto no lo logrará ningún gobierno, lo lograremos nosotros y eso comienza hoy, preparémonos para el día después.