Hay una generación de jóvenes en Jalisco que tiene amigos que nunca más volvieron a casa. El acoso, desaparición y asesinato de jóvenes se ha convertido en un cáncer que se ha extendido a lo largo de los sexenios, crisis municipal y estatal que no conoce de partidos políticos y menos de líderes capaces. Lo ocurrido el viernes pasado en Guadalajara es aterrador por los testimonios de los jóvenes detenidos y por una memoria de corto plazo que no podemos olvidar.
El panorama no podía ser peor, sé que no es nuevo, pero confirma el infierno, la línea divisoria entre algunas fuerzas policiacas y sicarios del crimen organizado no existe. Usan las mismas palabras, los mismos métodos y dan el mismo miedo.
A continuación, algunos de los testimonios de mujeres y hombres detenidos el viernes pasado: "Nos repetían que nos iban a desaparecer y que nuestros familiares nunca nos iban a encontrar, nos decían cosas como 'mira lo que les hiciste a tus papás, ahora van a tener que andar de cuerpo en cuerpo a ver si te encuentran' […]Nos dejaron muy en claro que eso nos estaba pasando por meternos con el gobernador y que si nos volvían a agarrar ya no nos iban a regresar", contó David Mendoza al diario Reforma. El periodista Manu Ureste habló con una joven detenida y esto fue lo que le dijo: "Los policías me dijeron que esta vez había tenido suerte. Pero que, para la próxima que me vieran por la calle, entonces sí me iban a desaparecer", así las voces de las decenas de jóvenes que estuvieron retenidos por elementos de la Fiscalía de Jalisco el viernes pasado. De acuerdo a versiones periodísticas confirmadas por las autoridades, los agentes de la fiscalía habían ido vestidos de civil y armados con tubos y palos para reprimir las marchas de estudiantes por el asesinato a manos de policías municipales de Giovanni López, el 4 de mayo pasado en Ixtlahuacán de los Membrillos.
Y cuando escucho y leo las declaraciones de los jóvenes violentados en la protesta del viernes pienso en lo que ha vivido esa generación, en las decenas de reportajes donde se ha consignado la manera en la que el crimen organizado ha hecho lo que ha querido con cientos, miles de jaliscienses en los últimos años. Cómo olvidar el reportaje publicado en febrero de 2019 por los periodistas Alejandra Guillén y Diego Petersen, titulado "El regreso del infierno; los desaparecidos que están vivos", un trabajo que cuenta la manera en la que decenas de jóvenes fueron engañados por grupos del crimen organizado ofreciéndoles oportunidades laborales y secuestrados y perdidos, muchos de ellos, para siempre, un fragmento de las declaraciones de uno de los sobrevivientes: "¡A ver hijos de su… en línea… ámonos, en caliente! ¿Alguien sabe por qué chingados está aquí?" Yo no podía decir nada, me podían matar. Agarró el cuerno y disparó hacia arriba de todos nosotros: "¡A todos les voy a dar vacaciones a la verga, si regresan aquí va a haber chamba y si no, a chingar a su madre! ¿Quién se quiere ir ahorita?". Ese reportaje es inagotable y desesperanzador, hay cientos de jóvenes que aún no regresan.
En este contexto, el gobernador Enrique Alfaro y autoridades federales se embarcan en politiquería que habla de sótanos del poder y oídos sordos, olvidan la protesta legítima de miles de jóvenes y la represión de la cuales son testigos. En el caso de Alfaro, no sólo testigo sino también autoridad que no puede escudarse en la ignorancia del operativo para lavarse las manos. Jóvenes fueron retenidos durante varias horas, agentes los golpearon y amenazaron con desaparecerlos, esos son los hechos, no caben las excusas por parte de las autoridades y debe haber una investigación clara y expedita de lo infame del operativo estatal. Policías que amenazan desapariciones, miembros del crimen organizado que cumplen esas amenazas, las mismas palabras, parece que los mismos miembros, ¿cómo salir de esta espiral de terror? No con videos grabados para redes sociales ni con palabras vacías desde Palacio Nacional.