La Nota Dura

La oficina más importante del país

Si existe algo tangible del cambio antes y después del Covid será ese porcentaje del PIB destinado a la investigación y al desarrollo de conocimiento.

Ansiamos el final de la pandemia pensando que nunca más volveremos a vivir algo igual.

El gobierno anuncia con bombo y platillo la llegada de vacunas y las firmas de millones de dosis garantizadas, gracias a las farmacéuticas y a las empresas de paquetería que las trajeron, y se atreven a decir "el final de la pandemia está cerca". Todo lo convierten en un eslogan.

Sin embargo, el desprecio a la ciencia sigue siendo el mismo, los gobiernos de la mayoría de los países –incluyo el mexicano– creen que la vacuna era una obligación de la ciencia, cuando se trata del logro más relevante del último siglo, una historia sorprendente que sólo podremos digerir y comprender con el paso del tiempo.

En esta columna hemos insistido en la reflexión de ¿qué nos dejará esta pandemia? Pero no sólo el evidente dolor, la desesperación económica y la desconfianza de las multitudes; no. Lo que nos debe de dejar es ese nuevo lugar que la ciencia merece en los medios de comunicación, en las políticas públicas, en el presupuesto que debemos destinarle.

Si existe algo tangible del cambio antes y después del Covid será ese porcentaje del PIB destinado a la investigación y al desarrollo de conocimiento. Entiendo que esto requiere un proceso, no puede ser de la noche a la mañana o de un año a otro; sin embargo, se puede empezar a construir este nuevo protagonismo, el recuperar el derecho a la ciencia.

Uno de los primeros pasos se puede dar en la Cámara de Diputados: a mediados de enero se presentará una iniciativa en la Comisión Permanente, y a finales de mes se organizarán distintos foros, para impulsar la creación de una oficina legislativa de asesoramiento científico. El documento que estará circulando en la mano de todos los diputados apunta su necesidad desde el primer párrafo: "Su objeto es gestionar evidencia científica válida y actual, requerida para el cumplimiento de las funciones de la Cámara. Esta oficina se insertará orgánicamente en la Secretaría General de la Cámara de Diputados a través de la Secretaría de Servicios Parlamentarios y se organizará internamente en cuatro áreas temáticas: ciencias biológicas y de la salud; ciencias medioambientales y de energía; ciencias físicas, matemáticas e ingeniería; y ciencias sociales", con diputados asesorados en cada uno de los temas por científicos.

Lo sorprendente es que hayamos vivido tanto tiempo sin una oficina parecida, la cual será coordinada de manera independiente por las organizaciones educativas y de investigación más importantes del país. La iniciativa incluso propone como uno de los trabajos finales de esta oficina la creación de "notas de evidencia científica", documentos que traducirán y darán argumentos desde la ciencia para la toma de decisiones nacionales.

¿Cuánto cuesta? El impacto presupuestal es mínimo. En el documento que se presentará se subrayan tres necesidades: un pequeño espacio físico; utilizar algunas plazas ya existentes o vacantes en los institutos de estudios, o de concurso de servicio de carrera (como el proceso de selección que se está llevando a cabo actualmente); en caso de no poder utilizar las plazas ya existentes, se requeriría recuperar un máximo de seis plazas.

El beneficio es inmenso, el gasto es mínimo. La voz de la ciencia en el momento de hacer las leyes es un cambio radical y necesario. La construcción de una mejor sociedad depende de la creación de una oficina; atender esa voz no debería tener un voto en contra.

¿Serán los diputados capaces de apoyar esta iniciativa? No nos decepcionen otra vez, háganlo en el nombre de la ciencia.

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