La Nota Dura

‘La vocera’

Parece tan lejano que alguna vez tuvimos una candidata de propuestas, de entendimiento, que sólo nos hace anhelar esa prudencia y urgir su vuelta a la escena nacional.

Y ahí vamos. Empezamos el año con un Presidente que abre todos los frentes posibles: quiere desaparecer órganos autónomos, aunque sea inconstitucional –al momento en el que varias secretarías quieran absorber sus funciones– y un despropósito que no lleva al ahorro; se pinta como una víctima de la censura, de un INE que quiere callar sus mañaneras en época electoral, aunque no sea el INE sino la propia Constitución; defiende una remodelación de 90 millones de pesos para el estadio del equipo de beisbol de su hermano; se enoja con las redes sociales por suspender las cuentas de su homólogo estadounidense y propone la creación de su propia red; defiende a capa y espada al subsecretario que se saltó todas las recomendaciones dichas por él mismo para no propagar el virus. Todo eso y no llevamos ni 15 días del año; claro, más lo que se acumule. Cuánto ruido y cuánta polarización, que tampoco es nuevo. Un ambiente político al que nos hemos acostumbrado.

Ayer tuve la oportunidad de respirar un poco, alejarme de la coyuntura y ver La vocera, un documental dirigido por Luciana Kaplan que rescata todo el proceso de elección, candidatura y campaña de María de Jesús Patricio, Marichuy. Parece tan lejano que alguna vez tuvimos en una candidata ese nivel de comunicación, de propuestas, de entendimiento, que sólo nos hace anhelar esa prudencia, y urgir su vuelta a la escena nacional.

El 30 de mayo de 2017 fue la primera vez que escribí sobre su candidatura. También lo hice en las páginas de este diario; titulé la columna: 'La candidata que no quería ganar', y rescataba las palabras en la presentación como la elegida por el Congreso Nacional Indígena (CNI). "Buenas tardes, medios en general, medios libres, medios de paga, medios internacionales (…) Mi nombre es María de Jesús Patricio, soy nahua del sur de Jalisco. Participar como propuesta de parte del CNI y de los hermanos del EZLN que también dieron su palabra, es con el fin, no tanto de trabajar en la cuestión de llevar votos, de ir a sentarnos allá en la silla maliciada, más bien nuestra participación es por la vida (…) es por la organización, por la reconstitución de nuestros pueblos que han sido golpeados por años y años, y creo que ahora tenemos que buscar una forma para seguir existiendo". Su historia la conocemos: caminó por todo el país, unió pueblos indígenas, apareció en los medios para impulsar un proyecto de comunidad y se alejó de la grilla. El aparato político de este país no permite el avance de alguien con estas características, se quedó en la intención más interesante que vio este país en 2018.

El documental está lleno de estampas memorables de la cotidianidad de Marichuy, de los encuentros con distintas comunidades, de sus entrevistas en canales nacionales y de alzar la voz, como ella lo dice, de "no volver a quedarse callados".

El último cuadro del documental resume las preocupaciones actuales de Marichuy y del CNI: "Mientras se agudiza la presencia de grupos militares y paramilitares en las comunidades zapatistas, los pueblos también enfrentan a los grandes megaproyectos que ponen en riesgo su existencia misma, como son el llamado Tren Maya, el Corredor Transístmico, el Proyecto Integral Morelos, la siembra de transgénicos y el fracking".

Ojalá este trabajo que nos trae de vuelta a Marichuy sea el anuncio de su regreso como una voz que urge rescatar y escuchar. Ante los gritos desde Palacio Nacional y desde la oposición, la serenidad e inteligencia de una líder como ella deben imponerse y atenderse.

"Ya no soy la Marichuy callada", dice al final del documental, y sólo queda decir… te escuchamos.

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