En las primeras semanas de la pandemia –hay que recordar que desde que se declaró el inicio de la sana distancia llevamos 18 semanas en reclusión y con medidas de confinamiento– varios columnistas en distintos diarios del mundo se atrevían a adelantar lo que podía ser nuestra realidad después de esta crisis sanitaria. La balanza a veces se inclinaba por una sociedad mucho más consciente del consumismo, otras voces por el desencanto de que no pasaría nada. En este momento, en España, Italia, Francia luchan por los rebrotes, mientras China ve la pandemia por el retrovisor. Muy lejos de esos escenarios nuestro país está en esa meseta llamada 'pico de contagios', cada día miles adquieren el virus, cientos más fallecen y mientras el país se pinta entre rojo y anaranjado en el semáforo epidemiológico, nosotros seguimos en un máximo riesgo de contagio.
Sin embargo, poco antes, durante y después de la llegada del Covid-19 a cada región, especialistas, investigadores y científicos han coincidido en que más allá de apostarle a una sociedad que olvide el consumo, o que de pronto nos volvamos mejores personas, la única salida palpable, el único camino del cual todos podremos ser testigos es el presupuesto que cada gobierno designará para los próximos años en el terreno de la ciencia. Hoy hay una carrera de la cual todos somos testigos: ¿quién logrará la primera vacuna?, ¿qué país será el que levante la mano mostrándole al mundo que tiene la vacuna con todas las fases exitosas? La carrera ya no es por el espacio sino por curar una enfermedad que hasta ayer había costado 612 mil vidas. Líderes mundiales, políticos de todas las corrientes se interesan en publicaciones científicas que jamás habían escuchado, ahora saben que en Oxford un grupo de investigadores tiene grandes avances, o que en Alemania tienen una vacuna que va en la fase 2, o que en nuestro país se desarrollan tres con distintos alcances y buenos resultados. Era lo que faltaba para que descubrieran que invertir en la ciencia valía más que tirar millones de dólares en campañas políticas.
Retomo este punto porque ayer en una plática con el Dr. Antonio Lazcano, biólogo y científico mexicano, nos recordó que el panorama en nuestro país respecto al apoyo de la ciencia no pinta. "Yo creo que, en el caso mexicano, lo que ustedes pueden hacer es apelar a esa comunidad científica tan maltrecha, tan golpeada, tan incomprendida por el gobierno actual y acercarse a los especialistas en vacunas que tiene el Cinvestav, que tiene el Politécnico, que tiene la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que tiene la UNAM y ahí van a encontrar fuentes muy fidedignas de información. Quisiera decir que en realidad toda la comunidad científica mexicana está muy involucrada en la lucha contra la pandemia, de verdad que uno puede recorrer la geografía nacional y ver cómo profesores, investigadores, estudiantes de licenciatura y de posgrado están trabajando a marchas forzadas para ayudar al respecto". Y ese es un retrato de lo que ha sido ser científico en nuestro país en las últimas décadas, luchar contra corriente y esperar muy poco de los gobiernos en turno.
Ayer el canciller Marcelo Ebrard ha dicho que posiblemente se tendrá una vacuna a finales de año; ojalá que, con el mismo impulso y declaraciones esperanzadoras basadas en el trabajo de la ciencia, se impulse a los miles de investigadores con becas, intercambios y mejores lugares de trabajo. En este momento de exigencia la comunidad científica trabaja a marchas forzadas, lo único que piden es más apoyo para los años que vienen, que la tragedia que vivimos por esta enfermedad les regrese el lugar que merecen, pero sobre todo el presupuesto que necesitan.