La Nota Dura

Red Mexicana de Lugares de Memoria

Lo que busca realmente este colectivo de víctimas es justo lo contrario, que se trace una ruta de memoria.

Nos lo dijeron las Abuelas de la Plaza de Mayo en una de sus visitas a México. Fue hace un par de años. Enrique Peña Nieto cerraba su sexenio como un náufrago, sin posibilidad de nada y ahogado en todas las problemáticas posibles. La violencia iba en aumento, las víctimas olvidadas, el crimen organizado en su esplendor, un México en vilo. Las abuelas leyeron los periódicos mexicanos de aquel día, se reunirían con los padres y familiares de los normalistas de Ayotzinapa, y lo único que nos recomendaron para salir de la desesperanza fue: "hagan suyas todas las víctimas". Dicen que la fuerza de su lucha de décadas era pronunciar cada mañana "Nuestros desaparecidos". Aunque a lo largo de los años de búsqueda habían tenido casos de éxito, de nietos recuperados, de nietas encontradas, ellas seguían buscando porque siempre LES hacían falta.

Ayer me encontré en Animal Político un texto que invita a la esperanza, pero sobre todo que recupera la memoria, NUESTRA memoria. La investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California, Lilian Paola Ovalle nos habla de uno de los peores males de nuestro México actual, "la negación de la solidaridad con las víctimas", una estrategia que activa dos mecanismos peligrosos: "la negación de la comunidad política y la inclusión de las víctimas en el grupo de los perpetradores". Nos estamos convirtiendo en una sociedad cada vez más ajena al horror con una "indolencia social". Grupos de víctimas han pensado en una solución, en materializar la memoria, en reconocer lugares donde existen deudas pendientes, justicias que no han llegado. Le han llamado Red Mexicana de Lugares de Memoria. El 20 y 21 de noviembre de 2019, en Guadalajara, se reunieron representantes de diez lugares en los que se recuerdan a víctimas de la narcoviolencia; hablaron de la necesidad de procesos de memoria colectiva. Marca en el mapa diez lugares, empezar con diez de los miles que existen, donde las tragedias también marcan el destino. Recuerdo nítidamente las palabras del presidente Enrique Peña Nieto la primera vez que fue a Iguala después de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Fue justo hace cuatro años: "Iguala es un municipio emblemático en nuestra historia nacional, que no puede quedar marcado por estos trágicos acontecimientos"; de las peores frases dichas en su sexenio, y vaya que tenemos en esos seis años decenas de tragedias del lenguaje presidencial.

Lo que busca realmente este colectivo de víctimas es justo lo contrario, que se trace una ruta de memoria. Claro que hay lugares en este país que DEBEN de recordar la herida abierta de un hecho que no sanará con el cambio de gobierno en el poder ni con desplegar una Guardia Nacional en cada rincón del país.

El objetivo es hacerlos NUESTROS, así como se recuerdan lugares emblemáticos de nuestro país como Bellas Artes, Chichen Itzá, el Paseo Montejo, entre decenas más, poner en la memoria estos rincones de reconciliación: Plaza de la Paz (Creel, Chihuahua); Predio la Gallera (Tijuana, Baja California); Mural Memoria que Resiste (Mexicali, Baja California); Plaza del Desaparecido (Monterrey, Nuevo León); Casino Royale (Monterrey, Nuevo León); Madre del Desaparecido y Ruta de la Memoria (Ensenada, Baja California); Primarias Intervenidas (Morelia, Michoacán); La Ley de la Verdad (Lagos de Moreno, Jalisco); la Glorieta del Desaparecido (Guadalajara, Jalisco); Memorial Alas de Esperanza (Allende, Coahuila).

¿Qué sucedió en cada uno de estos lugares? ¿Cuántas tragedias recordaron? ¿Se acuerdan de las víctimas? Su respuesta es el mejor argumento para apoyar la necesaria Red Mexicana de Lugares de Memoria. No es la memoria de unos cuántos, es la de todos nosotros.

(La iniciativa completa, los colectivos que la integran y toda la información sobre esta Red la pueden encontrar en el texto de Animal Político de la académica Paola Ovalle)

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