La Nota Dura

#TenemosQueHablar

¿Cómo recordarle a la sociedad la labor de los periodistas? ¿Cómo hacerle ver al presidente que no puede adjetivar desde la tribuna matutina a los diarios y a la prensa?

Horizontal es un proyecto cultural y de medios fundado hace cinco años. Su misión es construir ciudadanía por medio de foros abiertos de discusión de asuntos públicos. Ayer, Horizontal le dijo a todo México #TenemosQueHablar.

En meses donde los adjetivos puestos por el poder se han convertido en el acompañante de la prensa nacional, urge recordarle a la ciudadanía la importancia de hacer este oficio libre y crítico. Lo repetiremos hasta el cansancio, los periodistas no son el enemigo, la prensa es un aliado en tiempos de democracia con la única labor de informar.

¿Cómo recordarle a la sociedad la labor de los periodistas? ¿Cómo hacerle ver al presidente que no puede adjetivar desde la tribuna matutina a los diarios y a la prensa? ¿Cómo desterrar los adjetivos fifís, hipócritas, o a esos "liberales vestidos de conservadores"? Bueno, a Horizontal se le ocurrió algo, blogs desde el lugar más personal de 48 periodistas, con distintos perfiles, de diferentes estados y con distintas carreras y edades.

Así que #TenemosQueHablar, y rescato una historia, la de la periodista guerrerense Alondra García Lucatero, una mujer que vive de milagro después de ver la muerte en los ojos de Los Caballeros Templarios. Una periodista que no se fue de México, que sigue trabajando y que "sólo es una reportera".

Alondra García Lucatero. -Fragmentos.

A los 23 años descubrí que en Guerrero la muerte es un sicario que se disfraza de Dios, que cuando llega huele a pólvora y que se alimenta del miedo y la sangre.

Lo descubrí cuando trabajaba como reportera en un periódico local de Zihuatanejo, Guerrero. En ese entonces el cártel de Los Caballeros Templarios dominaba la región y mantenía una lucha encarnizada con un grupo delictivo afincado en Petatlán.

Una tarde de octubre del año 2012, el director del periódico me llamó al celular. Me informó que a alguien le incomodó mi trabajo y me acusó con Los Caballeros Templarios de ser 'soplona' de la Marina-Armada.

"La acusación es muy seria, te van a matar. Tienes que ir a donde están, hablar con ellos y aclarar todo", me advirtió mi jefe.

En la huerta había una techumbre de lámina galvanizada donde ya nos esperaban varios sicarios.

"¡Buenas tardes!", los saludé mientras me acercaba.

"¿Así que eres dedo de los marinos?", gritó uno de ellos antes de estamparme el puño en el rostro.

La adrenalina se disparó dentro de mí. "¡Yo no soy eso que dice!", le contesté envalentonada.

De nuevo su puño se estampó contra mi rostro. Una vez, dos veces, tres veces.

De pronto, aquel hombre sacó una pistola plateada y la puso en mi frente. "¡Ahorita te va a cargar la verga!", me amenazó mientras me miraba a los ojos.

Aquella mirada me estremeció. Roja, inyectada de sangre, nublada por la cocaína.

Pero fue el odio, la total deshumanización lo que me hizo temblar. El demonio me miró a los ojos y se creía Dios.

A pesar de los golpes, las amenazas y los intentos por inculparme, mi versión fue clara y firme: sólo soy una reportera.

Un año después, el 23 de octubre de 2013, mamá se enteró de la manera más abrupta. Esa mañana llamaron a mi celular: "Somos Los Caballeros Templarios y te va a cargar la verga porque violaste los acuerdos". Un portal, que nunca me pagó por colaborar, había publicado una nota mía sobre narcotráfico.

Le conté mi historia. No lloró. En cuestión de minutos consiguió dinero prestado y a un amigo que me llevó al aeropuerto.

Volé a la Ciudad de México y un par de días después me mudé a otra ciudad.

Mi nueva vida comenzó con dos mil pesos en la bolsa y tres cambios de ropa. A pesar de lo ocurrido, volví al periodismo una semana después.

Han pasado seis años. Aún tengo miedo de morir.

#TenemosQueHablar

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