Post-verdad Digital

Carlos III, un reto de reputación para la Corona británica

Más allá de la enorme fortuna económica que tienen los miembros de la familia real, en realidad no les queda nada de aquel poder de los reyes absolutistas de antaño.

Uno de los personajes más destacados en la historia reciente sin duda fue la reina Isabel II de Inglaterra. Su reciente fallecimiento y posteriores ceremonias fúnebres han sido uno de los acontecimientos más comentados en medios digitales en nuestra época, donde en los últimos 30 días se registraron más de 42 millones de menciones y 457 millones de interacciones, se podría afirmar que prácticamente todo el mundo se enteró de su deceso.

Una de las cosas que más llama la atención, sobre todo a los que vivimos en un país que no ha tenido monarquías en ciento cincuenta años, son todas las ceremonias, desfiles y guardias de honor, muy previamente planeadas, en donde toda la familia real y la clase noble británica ha jugado un papel destacado. Cada uno sigue el guion que le toca en los diferentes momentos, ante la vista expectante del mundo, dando como resultado unos funerales fastuosos y llenos de simbolismos que buscan representar, sin una sola lágrima, el fin de una era y el inicio de otra; todo se puede resumir en la famosa frase “la reina ha muerto, que viva el rey”.

Más allá de la enorme fortuna económica que tienen los miembros de la familia real, en realidad no les queda nada de aquel poder de los reyes absolutistas de antaño, hoy en día viven de su reputación, de su imagen y podríamos decir que del show que dan al representar una antigua institución gubernamental con sus uniformes, sus coronas, sus títulos y palacios.

La reina Isabel II entendía perfectamente que su papel era se la líder moral que encarnaba lo que significa “ser británico” y lo representaba a la perfección con todos sus modales, costumbres y etiquetas; era prudente en sus palabras y siempre impecable en sus formas, tan importantes para una sociedad que vive inmersa en sus añejas glorias imperialistas. El panorama para el nuevo rey Carlos III es complicado, él no tiene tan buena reputación debido a los temas como el divorcio y muerte de Lady Diana Spencer, su matrimonio con Camila Parker Bowles y su comportamiento de “niño consentido”. Todo esto vive en la percepción de la sociedad, impulsado por los medios de comunicación, las series y las películas donde él resulta ser el personaje antagónico, lo que lo convierte en un eslabón débil para una Corona británica que se mantiene principalmente por su prestigio.

Isabel II sabía perfectamente esto, también sabía que era imposible que su hijo llenara sus carismáticos zapatos, por lo que en estos primeros días del reinado de Carlos III se puede observar una estrategia de reputación donde se le ha dado una mayor relevancia al siguiente en la línea de sucesión: Guillermo de Gales y su esposa Kate Middleton, quienes cuentan con una mejor imagen, mucho más joven y accesible que la del actual monarca.

Es por esto que el nuevo heredero al trono, seguramente tendrá una vida pública más destacada y cubierta por los medios con el objetivo de reducir el foco en la figura del rey. Sin embargo, esto podría obedecer a cómo vayan los puntos de rating de Carlos III, donde en el peor de los casos se podría usar a Guillermo como una estrategia de salida de crisis al posicionar la idea de que la actual monarquía es una simple transición para la llegada de un nuevo rey mucho más joven, con una historia de vida y un matrimonio mucho más empático para la sociedad británica. Guillermo de Gales no tiene que llenar los zapatos de la abuela, solo tiene que hacerlo mejor que su papá.

Seguramente los republicanos británicos y otras naciones que tengan interés en fomentar la división del Reino Unido ven en la llegada de Carlos III un momento ideal para avanzar sus agendas y aprovecharán cualquier error para hacerlo, aunque, a la Corona británica aún le queda mucho capital en su buen posicionamiento. Podemos prever que al nuevo monarca le tocará enfrentar diversos eventos al interior del reino como la posible separación de Escocia, los efectos del Brexit en la economía, la polarización político-social de la sociedad, y factores externos como el futuro de la Commonwealth, el avance del polo Chino-Ruso, el mantenimiento de la Unión Europea, entre otros posibles eventos que podrían hacer que la balanza de su popularidad se incline para uno u otro lado.

El Mtro. Jesús de los Ríos es académico de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana.

COLUMNAS ANTERIORES

Trump, again?
Claudia, en los zapatos de AMLO

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.