Estados Unidos ha sido punta de lanza en cuanto a las nuevas formas de comunicación política digital, desde el lejano 2008 en la primera campaña presidencial de Barak Obama, donde su estrategia digital para los sectores más jóvenes contaba con un dinámico sitio web que fomentaba la adhesión y participación de los usuarios en su campaña, una novedad en aquella época. Hasta el gobierno a `tuitazos´ de Donald Trump, que culminó con su polémica expulsión de esta red social en los últimos días de su presidencia, marcó tendencia.
De hecho, hay dos grandes factores que marcaron un antes y un después para las redes sociales en la vida política y ambos confluyeron en campaña electoral de 2016 donde Trump se alzaría con el triunfo. El primero fue el escándalo de Cambridge Analytica, empresa que trabajaba para los republicanos, a la que presuntamente Facebook le entregó la información y datos de sus usuarios para que su algoritmo los pudiera analizar, clasificar y agrupar, para de esta forma crear anuncios mucho más asertivos y segmentados que además se presentarían a los usuarios en la misma red social, logrando de esta forma manipular al electorado americano. Esta práctica de segmentación a gran escala se volvió una práctica común en la nueva forma de hacer comunicación política en estos últimos años.
El segundo factor fue la evidente intervención de Rusia en la elección, principalmente en Facebook y Twitter, a través de la utilización de diversos elementos de propaganda computacional. Donde por medio de un ejército de trolls y bots que generaban perfiles de usuarios y grupos falsos, se buscaba polarizar la opinión pública, desinformando para generar un ambiente de profunda división y enojo entre el electorado. Usaron sobre todo mensajes racistas, mentirosos y explosivos que se alineaban muy bien con los de Trump por lo que le beneficiaron como candidato. Estos Bots y trolls no solo participaron en redes sociales, también intervenían las secciones de comentarios de periódicos digitales, blogs y comunidades digitales con un mismo modus operandi: atacar a otros usuarios con publicaciones violentas, provenientes de cientos de perfiles falsos que buscaban atemorizar a los usuarios y “censurar” sus ideas, dando la impresión de ser una mayoría en la opinión pública. ¿Les suena familiar? Lamentablemente esta práctica también se ha vuelto común e incluso ha evolucionado a fenómenos como el del cancel culture, o a los habituales trolls que comentan en todas las noticias de medios digitales o generan trending topics en Twitter.
Estos dos factores desencadenaron las famosas comparecencias ante el Congreso de Estados Unidos de los CEOs de Facebook, Twitter y Google, donde incluso Mark Zuckerberg de Facebook, aceptó que no habían hecho lo suficiente para prevenir la filtración de datos y la intervención de gobiernos extranjeros en las elecciones. Sin embargo, lo más importante es que se empezó a hablar del derecho a la privacidad de los usuarios en medios digitales y se ha procedido a poner límites a lo que las empresas pueden o no hacer con dichos datos.
Pero, el escenario hoy ha cambiado con la llegada de TikTok, un nuevo jugador que ha crecido en los últimos dos años y que no es una empresa americana, sino China, por lo que no sabemos qué pasa con la información que ahí se captura y mucho menos cómo se utilice.
Según un estudio de la Universidad de Nueva York, concretamente de su organismo Global Witness and the Cybersecurity Democracy, la capacidad de esta red social de filtrar contenidos falsos es muy baja, 90 por ciento de los anuncios que revisaron contenía información errónea, además de que TikTok no cuenta con una estructura que facilite las investigaciones acerca de desinformación, sobre todo al compararla con Meta o con Twitter, esto aunado a que tan solo en Estados Unidos tienen ¡80 millones de usuarios mensuales!, lo que los convierte potencialmente en una herramienta de desinformación con alto impacto en la opinión pública sobre todo en los segmentos de edad más jóvenes que es ahí donde se informan.
TikTok solo ha anunciado el cambio en algunas de sus políticas que prohíben los videos de fundraising y fomentan la verificación de cuentas gubernamentales. Pero estas medidas no son nada comparadas con el enorme poder e influencia que se puede ejercer a través de una red social con acciones tan simples como decidir qué contenido tendrá más exposición y cuál menos según sea la agenda de la propia empresa. Habrá que analizar si TikTok fomenta los intereses de China en las elecciones de noviembre. Los datos de los usuarios de esta red y lo que se hace con ellos es una incógnita, lo único que es seguro es que el gobierno chino hace algo con ellos.