Tengo la impresión de que la discusión en los diversos medios especializados o redes sociales dentro del sector financiero se encuentra orbitando temáticas secundarias. Es cierto que seguimos digiriendo los resultados de la elección intermedia, los nombramientos adelantados de nuevo gobernador de Banxico y secretario de SHCP y los motivos principales de la visita de la vicepresidenta de EU. No obstante, considero que ya es hora de reenfocarnos en algunos de los puntos centrales que definirán el segundo semestre del año en curso -al menos desde la perspectiva de lo visible-. A continuación señalo seis de estos elementos.
Primero, comento sobre la necesidad de mantenerse alerta sobre la situación de la pandemia. Amén de las nuevas cepas, ya hemos experimentado la facilidad con la que nuevas olas de contagio pueden desencadenarse, con los consabidos costos humanos y económicos. Lo anterior es especialmente relevante pues México actualmente atraviesa por un periodo donde la tendencia a la baja en contagios se ha frenado y estabilizado y comienza a sugerir un leve repunte. En este contexto, el marco nacional es el de un 60 por ciento del territorio en semáforo verde (30 por ciento en amarillo), uno de los menores niveles de astringencia (medidas gubernamentales de mitigación de contagio) de entre las siete economías más grandes del continente y una proporción de vacunación completa de solo 12 por ciento de la población.
Segundo, el espejismo de recuperación económica (a tasa anual) de doble dígito que veremos impreso en las cifras correspondientes al segundo trimestre se diluirá hacia la segunda mitad del año -ante el agotamiento del ‘acarreo estadístico’-. Serán justo las cifras a partir del tercer cuarto las que darán cuenta de manera más clara tanto del ritmo de recuperación económica como del tamaño del posible efecto positivo de los estímulos económicos históricos implementados en EU -más allá de las remesas y las exportaciones de manufacturas.
Tercero, es previsible que la inflación en México comenzará a descender de la mano del desvanecimiento gradual del ‘acarreo estadístico’ y la estabilización del choque en precios relativos (precios de bienes respecto a servicios). Lo que no es nada claro es si los precios de la energía, en conjunto con el de los alimentos, cederán de la misma manera. La extensión de la reciente secuencia de sorpresas inflacionarias al alza solamente elevaría el riesgo de efectos de segunda ronda en precios y pondría a prueba la resiliencia de las expectativas de inflación de mediano plazo.
El cuarto elemento se relaciona muy cercanamente con el tercero. Se trata del sesgo de política monetaria. Desde hace ya varias semanas quedó claro que Banxico ya ha abandonado un perfil ‘paloma’ y, desde mi punto de vista, ya se encuentra en territorio ‘halcón’. La discusión subyace en si tal nuevo perfil de política desembocará en alzas en la tasa de referencia en algún punto del segundo semestre o no. En mi caso, sigo anticipando alzas antes de que concluya el año.
Quinto, no debemos olvidar que el proceso correspondiente al Paquete Fiscal 2022 ya está en marcha. Tan pronto como al cierre del mes en curso se hará llegar la Estructura Programática a la Cámara de Diputados, abriendo la puerta para el envío del Paquete Económico no más allá del 8 de septiembre. Posteriormente, la Ley de Ingresos deberá ser aprobada por Diputados y Senadores no más allá del 20 y 31 de octubre, respectivamente. El proceso culminará con la aprobación del Presupuesto de Egresos antes del 15 de noviembre.
Sexto y último, todo parece señalar que la esperada reforma fiscal acompañará en tiempos al Paquete Fiscal 2022. En específico, se anticipa será enviada al Congreso en septiembre. De entrada, se nos dice que será una miscelánea que no introducirá nuevos o más altos impuestos. No obstante, considero muy difícil esperar que la propuesta incluya aumentar la base gravable, ya sea de manera directa o indirecta. De la misma forma, el espacio para obtener ingresos adicionales de naturaleza más permanente vía ajuste al gasto luce ya muy limitado. De lo anterior deriva la incertidumbre que rodea al tema.
Así, estaremos bastante ocupados tan solo con estos eventos, en su mayoría previsibles y calendarizados; amén de todo aquello que por su naturaleza no es factible de ser pronosticado y que tenga la posibilidad de ejercer fuerzas disruptivas -la historia reciente nos ha demostrado que este tipo de elementos terminan por eclipsar cualquier expectativa económica.