Hace dos primaveras la economía mexicana, como muchas otras alrededor del mundo, se vio forzada a cerrar. Con excepción de las actividades etiquetadas como esenciales, el resto disminuyó su operación hacia niveles nunca vistos en más de un siglo. Posteriormente, con la atenuación de la primera ola de contagios de Covid, se presentó la primera oportunidad de reabrir gradualmente la economía. Más tarde, y a medida que las medidas de contención eran cada vez más laxas con cada nueva ola, la apertura económica se fue generalizando y extendiendo.
Tal apertura trajo consigo un notable proceso de recuperación económica, producto de al menos dos fenómenos interrelacionados: la apertura inicial y gradual de los factores de la oferta, por una parte, y la reactivación y recuperación de la demanda, por la otra.
A estas alturas, y a más de año y medio de iniciada la pandemia, creo que hay señales que deberían ser tomadas en cuenta para juzgar si ya se ha agotado el empuje ligado a la reapertura, al menos en México.
En este contexto, es importante recordar que mientras la economía mexicana (PIB) creció a una tasa promedio trimestral de 8.0 por cieto en la segunda mitad de 2020, en la primera mitad de 2021 lo hizo en 1.3 por ciento. Con este marco, conviene subrayar que las cifras disponibles para el tercer trimestre del presente año sugieren una nueva desaceleración hacia un ritmo cercano a 0.5 por ciento. ¿Debería esto alarmarnos? Yo creo que no.
Si el crecimiento económico llegara a converger a tasas cercanas a 0.5 por ciento a partir del tercer trimestre del año, dicho ritmo de avance económico no estaría tan alejado de la tasa trimestral de recuperación promedio tras la última recesión (2010-2017), 0.7 por ciento. La pregunta relevante ahora sería si deberíamos esperar una tasa de avance trimestral todavía más lenta para los trimestres posteriores. Lo anterior tampoco nos debería sorprender, considerando que el ritmo de avance previo a la pandemia, y ya bajo el monitoreo del actual gobierno, es de cero por ciento (2018-2019).
Una vez aclarado el marco general, conviene recapacitar en que la gran mayoría de los principales indicadores macroeconómicos (cuyos datos para los meses del tercer trimestre ya están disponibles), dan cuenta de un proceso de ralentización similar al descrito. Creo que nos arriesgamos poco al suponer que es un proceso natural, que poco a poco revelará las características del nuevo sendero de avance económico de mediano y largo plazo.
Desde otra cara de la misma moneda, los principales indicadores de movilidad comunitaria, claramente relacionada como catalizador de la actividad económica, también muestran un proceso similar de convergencia hacia un nivel en muchos casos cercano o hasta superior al previo a la pandemia. No obstante, dicha recuperación también da cuenta de un estancamiento a partir del segundo trimestre de 2021.
De ninguna forma quiero inferir aquí que el ciclo de recuperación económica ha concluido, pero sí que cada vez será más claro el nuevo ritmo de avance promedio hacia adelante -presumiblemente más pausado-, como resultado de la pérdida de capacidad de crecimiento tras el profundo e histórico choque económico del año 2020.