Las presiones inflacionarias permanecen vigentes en distintas latitudes del mundo y México no es la excepción. Hace mucho que la identificación de sus fuentes, ubicadas del lado de la oferta y no de la demanda, han dejado de ser un aliciente, mientras que la convicción respecto a su corta duración merma. Hoy los esfuerzos monetarios se centran en enviar señales que logren anclar las expectativas de inflación de mediano y largo plazos y, cada vez más, en el ‘marcaje personal’ al calendario de normalización de la propia Reserva Federal. En este contexto, crece la incertidumbre respecto a la probabilidad de que Banxico acelere su ritmo de alzas desde los 25 puntos base (pb) hasta, al menos, los 50pb. Considero que tal escenario no tiene una probabilidad despreciable; sin embargo, considero que hay al menos tres puntos por considerar antes de volcarnos hacia dicho escenario.
Primero. Pienso que, con la información disponible, resultaría complicado justificar un cambio significativo en la trayectoria pronosticada para la inflación por parte de Banxico -tal como fue actualizada y presentada en el comunicado del 30 de septiembre-. En todo caso, los posibles ajustes podrían afectar solo el corto plazo, sin un factor claro que pudiera descarrilar los tiempos de la convergencia esperada por el Banco Central en el horizonte en el que opera la política monetaria.
Es cierto que cambios marginales en las proyecciones oficiales de inflación no nos dicen absolutamente nada del plan de vuelo de Banxico respecto al nivel de tasa de referencia necesaria para consolidarlas -es decir, respecto a los incrementos adicionales en tasa congruentes con las previsiones de inflación de Banxico-. No obstante, una modificación discreta no justificaría per se una aceleración en el ritmo de normalización de las condiciones monetarias.
Segundo. Conviene reflexionar sobre la señalización de la política monetaria. En este caso, una aceleración del ritmo de alzas en la tasa de referencia invariablemente traería consigo una señal clara: la compleja coyuntura inflacionaria no solo no mejora ni se estabiliza, sino que se ha deteriorado -afectando al menos el mediano plazo. ¿Lo anterior sería el mensaje que realmente Banxico querría enviar en este punto de alta incertidumbre?
Tercero. Ligado al anterior punto, también habría que considerar que una aceleración en el ritmo de normalización de las condiciones monetarias sería muy probablemente engarzada con la expectativa de más incrementos en la misma o mayor magnitud (digamos 50 puntos base por reunión) y no lo contrario. Lo anterior no sería tan complicado si no fuera porque la incertidumbre sigue siendo alta respecto a la duración de las presiones inflacionarias, por un lado, y la proximidad del propio esfuerzo de normalización de la Fed, por el otro.
Un acercamiento estratégico a los dos elementos arriba mencionados sugeriría el mantenimiento de un enfoque gradualista que no agote rápidamente el espacio de envío de señales por parte de Banxico (margen para mayores alzas antes de tocar terreno neutro o restrictivo).
Todo lo anterior no obsta para anticipar que Banxico seguirá ajustando al alza su tasa de referencia por varias reuniones más, teniendo como un primer nivel clave la proximidad a la tasa real neutra de 2.7 por ciento (estimaciones de Banxico) desde la actual, ligeramente superior a 1 por ciento.