Todo parece indicar que las presiones inflacionarias todavía no parecen relajarse. Los choques que las explican han resultado mucho más duraderos que lo anticipado y ya nos preguntamos si deberíamos esperar que una parte de sus efectos quedaran anidados en la forma de inflaciones más altas de mediano y largo plazo. Por lo pronto, en México, la inflación continúa en ascenso y, de acuerdo a mis estimaciones, es muy probable que cierre el año en un nivel cercano a 7.7%. No obstante, la expectativa de inflación para el año entrante ya supone una relajación parcial. A este respecto, ofrezco al menos tres razones por las que creo que a las expectativas de inflación todavía les falta por ajustarse al alza para el mediano plazo.
Primero, el consenso de la Encuesta Banamex de Expectativas levantada el pasado 22 de noviembre, ya asumía una inflación al cierre del 2022 en casi 4%. No obstante, detrás de la corrección al alza que ha sufrido tal proyección durante el año, también se encuentra un crecimiento en la incertidumbre de pronóstico de casi el doble (dispersión) -tal que en la citada encuesta ya convivían pronósticos tan extremos como 3.4% y 4.6%.
Vale la pena apuntar que a tal estimado de cierre de inflación de 4% para 2022, quizás todavía le quedaría camino por andar, más allá de incorporar la sorpresa al alza ofrecida por la inflación de la primera mitad de noviembre -publicada unos días después de la encuesta citada.
En primer término, vale la pena visualizar la inflación del próximo año desde un punto de vista aritmético. Por ejemplo, si suponemos que los crecimientos mensuales de la inflación del 2022 coincidieran con los de un año “normal” o “típico” (definido como las variaciones medianas de cada mes para los últimos diez años); encontraríamos que la inflación anual simulada observaría un descenso gradual pero no por debajo de 3.7% al cierre del próximo año. Es decir, el principal supuesto aquí sería no solo que aminoran las presiones inflacionarias, sino que desaparecen del todo a partir de enero y el año se vuelve aburridamente típico.
En segundo término, a manera de acotamiento de escenarios, si durante 2022 observáramos presiones inflacionarias exactamente en la misma magnitud y tiempos respecto a 2021, entonces hablaríamos de niveles de inflación anual sostenidos por arriba de 7.5%.
Piso y techo arbitrarios, pero basados en referencias clave, podrían ayudarnos a ubicar la zona en donde podríamos esperar ver la inflación anual durante el siguiente año. Obviamente, lo anterior sería especialmente cierto en ausencia de nuevos choques con efectos en dirección inversa (tales como una apreciación significativa del peso, una caída en los precios internacionales de la energía o alimentos o una recaída en la actividad económica ligada a mayores políticas astringentes ante nuevas olas de la pandemia).
De manera similar, de presentarse efectos significativos asociados al ajuste en las condiciones monetarias por parte de Banxico emprendidas a partir de junio del 2021, tan pronto como el siguiente año, cabría oportunidad de inflaciones mas bajas.
Desde otro punto de vista, y basados solo en la inercia inflacionaria actualmente presente, resulta interesante recordar que, en años de relativamente alta inercia, la velocidad de crecimiento en precios al inicio del año suele estar relacionada con un año de relativa alta inflación. Así, la evidencia histórica (últimos diez años) sugeriría inflaciones de cierre para el 2022 cercanas a 4.50-4.75% ante crecimientos mensuales cercanos a 0.6-0.7% a inicios de año (ajustados por estacionalidad). Esta evidencia es puramente empírica, por lo que recomendaría tomarla con una cautela, pero nos acerca a la consideración de que, ante presiones inflacionarias de alta permanencia, el contexto posterior a los choques suele mostrar ecos por varios meses en el futuro.
Por último, de manera quizás ligada a la inercia arriba mencionada, cabría considerar que aún si el origen de las presiones inflacionarias desapareciera hoy mismo; existiría todavía presión en las tuberías que podría continuar en deshago en los meses siguientes. Tal es el caso de los mayores costos que los productores han tenido que asimilar, a costa de sus márgenes, y que esperan el mejor momento para traspasar al consumidor.
Joel Virgen es economista del sector financiero con sede en Nueva York, EUA. Sus opiniones son a título propio y no necesariamente representan las de alguna institución financiera internacional.