El entorno económico global y local permanecen excepcionalmente fluidos y con amplia zona de incertidumbre a su alrededor. Cabe una variedad amplia de hipótesis sobre el escenario para el resto del año y, no se diga, para el año siguiente. Desafortunadamente, los riesgos se encuentran sesgados hacia una amplia gama de inconvenientes. Los escenarios económicos predominantes se encuentran cimentados en un puñado de supuestos clave que podrían ser fracturados con relativa facilidad. En este complicado contexto, esta semana Banxico volverá a anunciar una decisión de política monetaria (jueves 12 de mayo). No obstante, considero que sabemos mucho más de lo que creemos respecto a Banxico en estos momentos. A continuación, seis breves elementos.
¿Está Banxico detrás de la curva? Es decir, ha reaccionado con lentitud ante la realidad inflacionaria en desenvolvimiento. Así es. La cuestión importante es qué banco central no lo está. El historial de pronósticos de inflación de distintas fuentes y latitudes puede seguirse y demuestran que gobiernos, organismos multilaterales, bancos centrales y consensos de analistas no anticipaban fuentes, evolución, magnitud y duración de las presiones inflacionarias actualmente en evolución -mismas que continúan traduciéndose en mayores tasas de avance en precios al consumidor alrededor del mundo-. Banxico, flanqueado por no pocos bancos centrales, seguramente va detrás de la curva, básicamente debido a que la realidad va muy por delante y en aceleración.
Ligado a lo anterior, hay que reconocer que la política monetaria se encuentra intentando enfrentar las consecuencias de un choque que sigue en desenvolvimiento. Los actuales niveles de inflación no son producto de un choque único ocurrido en algún punto del pasado reciente, cuyos efectos están en plena purga y cuyo desvanecimiento puede ser estimado (al menos cualitativamente) con cierta confianza. Por el contrario, las altas tasas de inflación y su tendencia todavía ascendente son producto del relevo o empalme de choques con distinto epicentro (pandemia, dislocación de oferta y demanda, conflicto Rusia-Ucrania, etcétera) que no han llegado a su fin y de los cuales no se avizora una conclusión clara.
En un contexto así, el dilema de política monetaria solo se ha recrudecido para Banxico. Es decir, las altas y ascendentes tasas de inflación conviven con magros indicadores de avance económico, lo cual solo hace más cruda la disyuntiva de política monetaria entre coadyuvar al anclaje de expectativas de inflación y generar vientos en contra de la recuperación de la economía mexicana -todavía por debajo de los niveles prepandemia y a kilómetros de lo que solía ser su trayectoria potencial previa a 2018-. El dilema tiene una cereza en el pastel: la política monetaria de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos.
Algunos miembros de la Junta de Gobierno del Banxico no han sido tímidos en señalar que las acciones de política monetaria en EU pueden ser considerados un piso en las decisiones de política monetaria. En cierto sentido, las decisiones de política monetaria locales no son tan independientes como podría creerse o desearse, lo cual es lógico para una economía tan abierta y con mercados financieros relativamente profundos y sofisticados como es el caso de México. Así, el considerar que la magnitud del incremento en la tasa de referencia por parte de la Fed sea lo mínimo que Banxico podría implementar, es un supuesto más que razonable.
En cierta forma, Banxico y otros muchos bancos centrales del mundo emergente se encuentran en una carrera por no perder atractivo de inversión en portafolio a través de esfuerzos de estabilización de los diferenciales de tasa de interés entre los réditos locales y los externos. A dichos bancos centrales no les interesa tanto defender el atractivo de activos gubernamentales como el acotar el riesgo de episodios de volatilidad disruptiva y desorden en el funcionamiento de los mercados locales.
En un ambiente tan incierto, cabe un espectro amplio de evaluaciones y opiniones. Así, no tenemos que sorprendernos de volver a ver decisiones tomadas por mayoría, el disenso es esperable, sobre todo ante la aparente necesidad de acelerar el ritmo de ajuste de las condiciones monetarias hacia terreno restrictivo.
En este caso, la necesidad de acelerar el paso no solo estaría dada por el hecho de estar ‘detrás de la curva’ y la labor de seguir en sus decisiones a la Fed; dicha necesidad también se encuentra justificada por lo que ha sido la dilución de los esfuerzos pasados de ajuste en las condiciones monetarias. Es decir, el ajuste sobre la tasa nominal de referencia ha sido menos que proporcional en términos reales dada la ascendente y sorpresiva inflación. Básicamente Banxico da dos pasos para luego retroceder uno por causa de la inflación.
Así, es al menos esperable el que Banxico eleve este jueves en 50 puntos base la tasa de fondeo, con una muy alta probabilidad de que sean 75 puntos base los que se termine por ajustar -esto último es mi expectativa-. La decisión no es obvia, de cara a un escenario de alta inflación sin un término razonablemente pronosticable.