Al cierre de la semana pasada recibí un meme vía chat donde se evidenciaba la labor de la Reserva Federal de EUA (Fed) y su cambiante evaluación de la problemática inflacionaria actual. Claramente, la línea de tiempo que partía desde inicios del año 2021 y hasta 2022 (que incluía citas seleccionadas sobre previsiones que ahora sabemos fallidas) tenía como objetivo el ridiculizar a la Fed en general y a Jerome Powell, en particular. En específico, se ponía de manifiesto cómo la autoridad monetaria estadounidense ha errado en la prospectiva de potenciales presiones inflacionarias, su posterior permanencia y el eventual costo económico del esfuerzo de restricción monetaria hoy en evolución. Lo anterior no tendría importancia si no fuera un muy reflejo de lo que, al menos desde mi visión, constituye un buen resumen de algunas de las críticas más duras por parte de algunos participantes en el mercado. “The joke is on you” dirían nuestros vecinos del norte en esos casos. Aquí al menos cuatro de las muchas razones clave para ser un poco más humildes en nuestras evaluaciones y al mismo tiempo reforzar nuestro perfil crítico.
Las críticas se llevan a acabo “a toro pasado”. Es cierto que hubo voces que alertaban de la problemática inflacionaria en gestación desde el año pasado, de la posibilidad de que una elevada inflación mostrara una prolongada permanencia y que quizás terminaría por afectar las expectativas de inflación y salarios. De manera similar, por supuesto que hubo voces que advertían de los riesgos recesivos asociados al mismo esfuerzo monetario para combatir la inflación. No obstante, esas voces fueron tantas y de orígenes tan prestigiosos como algunas otras que señalaban algo distinto o hasta contrastante desde una visión en tiempo real de los eventos conforme se fueron materializando. El problema es que se suele tener una visión selectiva del pasado.
Las autoridades monetarias (incluida la Fed) no son las deidades omnipresentes y omnipotentes que algunos suelen pensar. De hecho, me atrevo a considerar que no cuentan con demasiada información adicional respecto de la que tienen acceso los principales participantes en los mercados o al menos no como para concluir que sus análisis, evaluaciones y pronósticos son consistentemente mejores que los del consenso de analistas o las expectativas implícitas en los mercados financieros.
Se nos olvida considerar que los pronósticos no son predicciones o profecías, son proyecciones basadas en supuestos específicos y con un grado de incertidumbre estadística -la cual en ocasiones es tan amplia que impresionaría a más de uno. Así, basta con que un supuesto relevante falle para que el pronóstico en cuestión fracase en describir la realidad futura de manera más o menos razonable.
Los mismos modelos estadísticos no solo pueden quedar a deber debido a supuestos fallidos sino también a cambios estructurales. De aquí que habría que tomar con mucho cuidado los resultados de ejercicios estadísticos o econométricos nutridos con evidencia de periodos que podrían ya no ser representativos de la actualidad -por más recientes que sean. Tan sólo en los últimos quince años, el mundo ha atravesado por choques económicos significativos, sorpresivos y disruptivos que han afectado la forma en que funcionan algunas relaciones económicas y financieras, modificando preferencias de consumo e inversión, así como también la efectividad de las políticas monetaria y fiscal.
Por último, mencionaría aquellas referencias o fronteras clave para la implementación de la política monetaria y fiscal, muchas de las cuales son estimaciones de fenómenos o niveles no observables directamente en la realidad. Pongamos como ejemplo el nivel de tasa nuestra publicado por los bancos centrales alrededor del mundo. Dicho nivel tiene como función marcar o definir la zona de neutralidad de la política monetaria, la cual sería el punto intermedio entre los territorios laxo o restrictivo de la misma. Esta referencia no puede observarse en la realidad y es producto de análisis estadísticos nutridos de evidencia pasada y algunos otros supuestos, lo cual la hace una frontera incierta y difícil de comprobar a simple vista. Sin embargo, dicho nivel (o rango) juega un papel clave en la planeación de las acciones de política monetaria en México y en el mundo.
Lo anterior sólo pretende ser una limitada introducción a la colección de incertidumbres que rodean a la labor de analizar, pronosticar e implementar la política económica y el vicio de juzgar selectivamente la evidencia histórica. Considero que la presente coyuntura llama a la humildad y a un esfuerzo de actitud crítica.