Vaya transición hacia el año 2023. En pocas semanas presenciamos un intento de golpe de <estado en Perú, la tentativa de destitución de cuatro jueces de la Suprema Corte de Argentina por parte del Ejecutivo, el caos estatal tras la aprehensión de un líder del narco en México y la invasión a la sede de los tres poderes en Brasil con la intención de derrocar al gobierno democráticamente electo. Todos estos eventos de naturaleza local o idiosincrática que nos recuerdan los retos en materia política y de seguridad pública en la región. No obstante, parto desde este punto para llamar la atención sobre algunos riesgos compartidos en la región latinoamericana.
Primero. Similar a buena parte de los mercados emergentes. Buena parte de Latam exhibe altos niveles de deuda pública y abultados déficits, muchos de ellos empeorados tras los estímulos fiscales desplegados a partir del surgimiento de la pandemia en 2020. Hoy en día, y tras el retiro de los estímulos citados, existe el reto de consolidar las cuentas fiscales y afianzar la confianza alrededor de un programa de estabilización y posterior disminución de la deuda. Este es el contexto en donde algunas reformas fiscales han sido impulsadas y otras están por serlo. En tanto, los mercados descuentan una prima de riesgo fiscal casi en cualquier latitud.
Segundo. Los niveles de inflación continúan elevados alrededor del mundo y Latam no es la excepción. En dicho contexto, se mantienen altas tasas nominales y reales de interés, promovidas por los bancos centrales locales para intentar limitar la permanencia de los choques inflacionarios y anclar lo más posible las expectativas de inflación y salarios. Tras casi un año de ajustes, buena parte de las autoridades monetarias de la región ya han terminado o están por terminar su ajuste en tasas. De hecho, los mercados financieros ya comienzan a descontar el inicio de ciclos de recorte en la tasa de referencia, los cuales podrían comenzar este mismo año. Dichos ciclos estarían de principio promovidos no sólo por la estimada suficiencia del esfuerzo de astringencia monetaria, adicional a los riesgos recesivos que parecen estar reforzándose.
Tercero. Abundan los gobiernos electos en un contexto de malestar social y deseo de cambio. En muchos de esos países, actualmente se impulsa una cartera de reformas que van desde lo fiscal hasta lo pensional, generando cierta incertidumbre hacia delante. A manera de complicación, en no pocos de estos países sus gobiernos comienzan a exhibir crecientes niveles de rechazo y falta de apoyo legislativo. En este marco, el riesgo ligado al proceso de transformación no es descartable.
Cuarto. En no pocos países de la región ya hemos visto muestras de malestar social, que se han reflejado tanto en las urnas como en las calles. Tal malestar no puede ser subestimado como catalizador de episodios como el ocurrido el fin de semana en Brasilia. Se trata de un riesgo político y de gobernabilidad también compartido.
Quinto. Una población anhelante de cambios y cansada del statu quo, ha dado la oportunidad a nuevos liderazgos con posturas menos centristas y con tintes populistas. Uno de los principales riesgos asociados a lo anterior es la clara tendencia de dichos gobiernos a diezmar las instituciones, concentrar el poder político en el Ejecutivo y llevar la sobresimplificación de los retos nacionales al terreno del diseño de política pública.
No hay duda, no son pocos los retos o riesgos compartidos en Latam. Sin bien existen factores exclusivos o idiosincráticos en cada país, la naturaleza de los retos no se encuentra muy alejada.