Es una crisis de confianza. Esa es la clave de la actual problemática bancaria en Estados Unidos, y fuera de dicha nación. Lo que comenzó como la debacle de un banco regional y de nicho, ya se han transformado en un frenesí especulativo que va ordenando a los pequeños bancos y sus vulnerabilidades en una lista de blancos fáciles. Es difícil tratar de anticipar el alcance de la especulación y su búsqueda de debilidades, de igual forma es muy complicado estimar su duración. No obstante, su proceso y sus líneas argumentativas podrían sugerirnos lo que hay detrás de la actual complicada coyuntura. A continuación, me concentro en cinco posibles implicaciones a futuro en una lógica de “destrucción creativa” o vendaval de Schumpeter.
Primero, ante la debilidad de algunas entidades bancarias particulares, podríamos pensar en un proceso de conformación de entidades más grandes producto de la fusión o unión de pequeñas entidades bancarias por parte de grandes bancos globales. Dicha unión podría ser promovida desde los mismos entes reguladores. En este escenario, la unión de dos o más instituciones terminaría por favorecer una mejor distribución del riesgo y una menor exposición a un sólo sector.
Segundo, sería factible anticipar una nueva ola regulatoria cuyo objetivo sería acotar el desarrollo de vulnerabilidades como las que ahora son evidentes en algunas entidades bancarias. El bajar la barra o benchmark de monitoreo de riesgos a entidades más pequeñas podría ser costoso en términos operativos y hasta restar “agilidad” a dichas entidades, pero sería un precio que pagar por evitar nuevos eventos disruptivos en el futuro.
Tercero, sería deseable que las entidades regulatorias y las calificadoras de riesgo emprendieran una nueva revisión, con espíritu autocrítico, de sus rutinas de detección de riesgos y sistemas de alerta temprana. Los bancos grandes ya cuentan con protocolos de evaluación de sensibilidades y escenarios de riesgo extremo, lo que facilita la detección y acción temprana para acotar vulnerabilidades.
Cuarto, quizás será inevitable el observar una nueva ronda de revisión y modificación de criterios de adquisición de riesgo, moviendo la vara aún más alta en la asignación de créditos y criterios de adquisición y administración de activos. Lo mismo para el caso de los niveles de capital deseables.
Quinto, y relacionado con lo anterior, valdría la pena preguntarnos si nos esperan costos de financiamiento más altos, reflejando todas las anteriores implicaciones. En un escenario así, la mayor cautela y acotamiento de riesgos vendría con un costo añadido.
Por último, sería esperanzador el observar un aprendizaje en los agentes económicos, que pudiera evitar nuevos episodios de “exuberancia irracional” gatillados por climas de amplia liquidez internacional y gran apetito por riesgo. Dentro de este estado mental, el futuro se convierte en un espejo del presente y no se consideran las condiciones cambiantes. No obstante, como sabemos, el amanecer no dura toda la mañana.
El autor es economista y estratega del sector financiero con sede en Nueva York, EU.
Las opiniones son a título propio y no necesariamente representan las de alguna institución financiera internacional.