En estos días es casi imposible leer algún comentario o reseña sobre el comportamiento del peso mexicano y su nivel de cotización sin que sea escrito con una pluma en frenesí. La fortaleza del peso mexicano frente al dólar evoca emociones más allá de las asociadas a sus determinantes tradicionales. Me atrevo a pensar que se sigue asociando un peso depreciado a un episodio de crisis económica y lo contrario a un episodio de exuberancia o bonanza. En este punto vale la pena recordar al menos tres puntos o elementos ha considerar a la hora de asociarle adjetivos al nivel de cotización del peso frente al dólar.
En primer término, lo propio es no demeritar que sí existen elementos idiosincráticos que muy probablemente estén jugando a favor de un peso fuerte. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, los bajos niveles de déficit y deuda pública con relación a otros pares emergentes, amén de la resiliencia que ha mostrado la economía en los últimos meses. Quizás más importante aún, el elevado nivel de tasa de interés real cortesía del esfuerzo de restricción monetaria por parte del Banco de México.
En segundo término, es crucial considerar la dinámica del dólar norteamericano. Ésta, al reaccionar a la perspectiva de próxima conclusión del ciclo restrictivo por parte de la Reserva Federal, ha promovido un dólar más débil frente a varios pares, el peso mexicano incluido.
En este punto, no hay que olvidar que se anticipan en los meses inmediatos dos eventos importantes. Por un lado, un mensaje de conclusión en el ciclo de alzas por parte de la Fed y, por otro, el inicio de un ciclo de recortes por parte de Banco de México. Lo anterior muy probablemente implicando un peso mexicano más débil frente al dólar. Lo anterior muy probablemente sea el catalizador del anticipado ajuste o corrección en la cotización del peso mexicano.
Lo que no queda claro es la vigencia de un posible tercer elemento en juego: la narrativa exuberante respecto del nearshoring. El optimismo es efervescente pero la realidad es todavía elusiva en los datos macro. No me atrevería a afirmar con contundencia qué tanto del fenómeno se ha sobreestimado, pero podría sugerir con mayor seguridad que la percepción supera la realidad. Sobre todo, si entendemos al nearshoring como un fenómeno en curso y con efectos evidentes en el corto plazo. Un supuesto así puede acabar por decepcionar.
Así, el apreciado peso mexicano y su muy probable sobrevaloración en términos reales, podría materializar una corrección en los siguientes meses, a la par de las cifras y expectativas de inflación en EU y México, así como en la retórica de sus bancos centrales. No obstante, tal ajuste podría ser todavía parcial hasta no ajustar la narrativa nearshoring a una zona menos relevante en el corto plazo y con una lógica más gradual y estructural.