Finaliza el tradicional fin de semana de consumo en los Estados Unidos. Aquel que se extiende desde la noche del día siguiente al Día de Acción de Gracias, Black Friday, hasta el Cyber Monday. Las cifras preliminares y fragmentadas sugieren un robusto consumo durante el fin de semana, con un crecimiento en ventas ligeramente superior al 2 por ciento anual.
Algunos buscarán en tal desempeño una señal que les permita suponer el ritmo de expansión del consumo a futuro. Otros simplemente una fotografía del consumidor, sus preferencias y patrones. Los primeros deberían recordar que la evidencia es débil o inexistente respecto a la capacidad de dicho fin de semana para extrapolar una dinámica similar al consumo en los meses siguientes. Los segundos, aquellos enfocados en la radiografía del estado de los consumidores y sus preferencias, tendrán más conclusiones para llevar a casa.
Me concentro en tres observaciones que considero relevantes para entender la naturaleza del consumo en EU. Este último, es el componente de la demanda agregada que más ha coadyuvado en la notable resiliencia económica observada en lo que va del año.
En primer lugar, resulta muy interesante subrayar la resiliencia del consumidor promedio, el cual ha atravesado por un largo periodo de inflación creciente, menores ahorros, el retorno de los pagos de préstamos estudiantiles y mayor cautela en el uso de financiamiento bancario al consumo.
De manera adicional, algunas de las principales encuestas de consumo entre las familias muestran una creciente preocupación por los conflictos bélicos externos, particularmente en los mayores de 35 años, con independencia del nivel económico. Lo anterior en detrimento de los niveles de confianza del consumidor promedio.
Todavía más relevante es subrayar que, esas mismas encuestas (en particular la del Conference Board) revelan que los consumidores estiman una probabilidad de recesión en algún punto de los siguientes doce meses de casi 70 por ciento.
En segundo lugar, y en lo relativo a los patrones de comportamiento de consumo y sistemas de pago, la evidencia preliminar arroja observaciones relevantes. Al parecer, los consumidores se encuentran migrando hacia pagos en efectivo y esquemas de “llévelo ahora y pague después en parte” (este último popular en nuestro país, pero todavía incipiente en nuestro vecino del norte).
Lo anterior parece que tuvo como contrapartida un menor uso de las tarjetas de crédito departamentales y bancarias. Lo anterior a pesar de los descuentos y promociones exclusivas para tarjetahabientes. Este hecho no debería sorprendernos si consideramos el clima de altas tasas de interés asociadas a dichos tipos de pago, cercanas al 30 por ciento en el caso de tarjetas departamentales y 20 por ciento asociado al financiamiento con tarjeta bancaria.
La información es todavía parcial, pero podría apuntar hacia lo que sería una mayor conciencia por parte de los consumidores respecto a sus límites de crédito y el costo de financiamiento. Esto implicaría un menor riesgo de gestación de un problema de cartera vencida hacia delante. Lo mencionado contravendría la hipótesis de que, ante el agotamiento de los ahorros y beneficios gubernamentales recibidos durante la pandemia, el empuje del consumo tarde o temprano se traduciría en un problema de calidad de cartera crediticia.
Por último, y en lo relativo al estado del mercado laboral (uno de los determinantes más significativos del consumo) las cifras todavía dan cuenta de un mercado apretado. La tasa de desempleo se mantiene en niveles bajos (3.9 por ciento en el mes de octubre), con un ritmo de creación de empleo no agrícola de entre 300 y 150 mil plazas mensuales en los últimos cinco meses. En cuanto a la percepción de los consumidores (encuesta del Conference Board de octubre), casi el 40 por ciento considera que existen trabajos disponibles en “abundancia”, en contraste con el 13 por ciento que considera que es difícil conseguir un empleo.
Así, la evidencia parcial parece sugerir que el consumidor comienza a reconocer sus vulnerabilidades relacionadas con su estado financiero y endeudamiento, pero todavía encuentra un apoyo por parte de las condiciones laborales para explicar un consumo todavía en buena forma. ¿Lo anterior significa que dicha tendencia seguirá proyectándose hacia el futuro? No necesariamente. Si se consolida una mayor prudencia en el uso de crédito al consumo y se recae de nuevo sobre el uso de efectivo y los posibles ahorros remanentes, el consumo podría observar una desaceleración gradual en los meses siguientes.
Joel Virgen es el analista económico del sector financiero con sede en Nueva York, EU. Sus opiniones no necesariamente representan las de una institución financiera en particular.
Twitter: @joelvirgen