Es inminente el inicio de un ciclo de recorte en la tasa de interés de referencia por parte de Banxico. De hecho, el consenso es robusto alrededor de la expectativa de que esta misma semana se dará inicio a dicho ciclo. Desde luego, Banxico no está obligado a validar las expectativas de mercados y analistas y comenzar dicho ciclo este mismo jueves. De hecho, en el pasado, nuestro Banco Central ha demostrado que puede tomar decisiones a pesar de ser contrastantes con tales expectativas y hasta disonantes respecto a la interpretación que los mercados han llegado a dar del esfuerzo oficial de comunicación. Sin embargo, creo que en esta ocasión la mesa está más que puesta. El margen de maniobra (recortes) de política monetaria es muy amplio y estaría dado por al menos cuatro factores.
Primero, la inflación ha descendido a la par de que los efectos del conjunto de choques adversos observados en el pasado se han venido desvaneciendo de manera gradual. En particular, la inflación subyacente ha disminuido desde su máximo en 8.4 por ciento en octubre del 2022 hasta 4.6 por ciento en febrero del presente año.
En segundo término, las expectativas de inflación de corto y mediano plazos han disminuido a la par de los datos observados de inflación. De tal forma que, tanto el Banco Central como los analistas esperan que siga disminuyendo. En el primer caso, Banxico anticipa que la inflación convergerá muy cerca de su objetivo de 3 por ciento tan pronto como el primer semestre del 2025. En tanto, los analistas difieren pero anticipan que la inflación se encuentre dentro del intervalo de variabilidad fijado por Banxico (3 +/-1 por ciento), aunque por arriba del objetivo puntual del 3 por ciento.
En tercer lugar, resulta importante observar que a pesar de que Banxico elevó por última vez su tasa de referencia en marzo del 2023, al alcanzar un nivel de 11.25 por ciento nominal, la tasa real ex-ante ha mostrado un incremento sustancial, al pasar del 6 al 7 por ciento -como resultado de un descenso sostenido en la expectativa de inflación a doce meses-. Lo anterior sólo ha alejado aún más la tasa de referencia real de su nivel neutro (2.8 por ciento, según Banxico) hacia una zona todavía más restrictiva.
Como cuarta escala tenemos el papel que ha jugado el tipo de cambio desde que Banxico optó por terminar su ciclo de alzas hace un año. En tal lapso, la cotización del peso frente al dólar se ha apreciado en 8 por ciento, lo que ha supuesto condiciones todavía más restrictivas para la economía y su inflación.
Así, la mesa parecería puesta para el inicio de un ciclo de normalización o recorte de la tasa de referencia con dirección hacia su zona neutral. Sin embargo, nada hace suponer que Banxico debería atarse las manos y reconocer las condiciones cambiantes si es que retornaran las presiones inflacionarias. Ante la elevada incertidumbre, valdría la pena tener en cuenta que tal ciclo podría ser gradual o hasta en etapas.
Por último, no creo que debería existir una preocupación excesiva ante un escenario donde Banxico comience su ciclo de bajas antes de la Reserva Federal, dado que parten desde distintos niveles de restricción monetaria y distintas fases de sus ciclos económicos. Más aún, considerando que México compite en los portafolios de renta fija internacionales con otros pares emergentes de calificación similar, y que algunos de ellos ya se han adelantado en el esfuerzo de recorte, la competitividad relativa de la tasa local debería seguir apoyando al peso mexicano de manera relativa o, al menos, acotando su margen de depreciación.