Lo que llegó a ser una recurrencia histórica, hoy va quedando en el olvido. Se trata de las crisis económicas cuasi sexenales que México solía atravesar todavía hasta mediados de los noventa. Dichas crisis tenían algunas características comunes, entre ellas se encontraba la presencia de una o más vulnerabilidades estructurales y un catalizador en la forma de un error de implementación de política económica. Han pasado ya al menos cuatro transiciones de gobierno, sin que tal funesta recurrencia histórica haya vuelto a ser noticia. A continuación, presento tres reflexiones a este respecto.
Primero, es de reconocer los avances sostenidos en materia de políticas públicas y reformas encaminadas a fortalecer la resiliencia macroeconómica. Dichos avances se presentaron de manera escalonada, pero acumulativa, especialmente a partir de mediados de los noventas y principios de la década de los 2000. Se trata, por ejemplo, de aquellas reformas y decisiones de política que lograron la autonomía del Banco Central, la flexibilidad cambiaria, el libre comercio, la ausencia de controles de capital, la disciplina fiscal que llevó eventualmente a obtener grado de inversión, etcétera. Quizá, parte del mérito de los últimos años ha sido el reconocimiento implícito o explícito de dicho marco y su respeto en beneficio de estabilidad macroeconómica
Segundo, asociado a lo anterior, pero también ligado a la presente estructura de la economía local y su liga con el mundo, hoy la economía acumula menos debilidades estructurales respecto a las exhibidas todavía hasta muy entrados los años noventa. Por ejemplo, una estructura de comercio circular entre México y sus socios en el TMEC coadyuvan en el mantenimiento de un estrecho déficit en cuenta corriente, especialmente en periodos de desaceleración económica global. Lo anterior se traduce en una señal de limitada vulnerabilidad en cuentas externas, claves bajos los ojos de los participantes en los mercados internacionales.
En la misma línea, la creciente orientación industrial de México, su tamaño de mercado y ubicación geoeconómica privilegiada, son catalizadores de inversión directa de largo plazo con destacable estabilidad. De hecho, la inversión extranjera directa ha venido más que compensando el tamaño del déficit en cuenta corriente en los últimos años. Otra poderosa señal de limitada vulnerabilidad.
Tercera y última reflexión, en las últimas décadas es de subrayar la orientación preventiva de algunas políticas públicas clave, especialmente en materia macro-prudencial. Por ejemplo, destaco aquí la evidencia de un claro compromiso con el ordenado funcionamiento del mercado cambiario por parte de la Comisión de Cambios, alejada de un ánimo de defensa de algún nivel de cotización cambiaria. Otro ejemplo es el proactivo esfuerzo mostrado en años anteriores por limitar parcialmente la vulnerabilidad fiscal a través de coberturas cambiarias sobre el precio del petróleo por parte de la Secretaría de Hacienda, o de un perfil proactivo en el ámbito de acumulación de reservas internacionales precautorias bajo la supervisión de Banco de México cuando ha sido aconsejable.
Quizá cerraría esta primera reflexión reconociendo la gran ironía que significa que dichos cambios, políticas y perfiles han sido el resultado de enseñanzas o mecanismos de estabilización ligados a episodios pasados de agudas crisis económicas recurrentes.