En los últimos años el reto de México no ha sido la estabilidad macroeconómica sino el lento ritmo de crecimiento económico. Hoy se debate si es importante o no dicho crecimiento económico. Lo es y se corre el riesgo de seguir posponiendo una muy necesaria agenda de política económica que permita diversificar sus fuentes, ampliar su derrama y situarlo en un sendero más alto (tasas de crecimiento promedio más aceleradas). Por lo pronto, nuestra economía ha venido creciendo muy cerca de 2 por ciento promedio en los últimos 25 años y no parece haber señales de que esta realidad vaya a cambiar, por el contrario crecen los temores de que dicho ritmo pueda disminuir aún más. A continuación tres reflexiones sobre sus fuentes, sus retos y sus perspectivas.
Primero. Visto del lado de la oferta, el sector industrial manufacturero y minero son dos sectores clave en el avance económico local. En particular, el sector manufacturero automotriz con enfoque exportador y la producción petrolera, respectivamente. El primero depende en buena medida de la dinámica manufacturera en EUA, mientras que el segundo enfrenta un deterioro estructural acumulado por décadas. En ambos casos, tales industrias enfrentan un panorama global de alta competencia, tecnificación y que, en el caso de producción de petróleo, se mueve hacia su reemplazo por fuentes renovables.
Los dos casos citados podrían poner de manifiesto la necesidad de diversificación de las fuentes de crecimiento económico, lo cual no solo tendría que pasar por el impulso a otras industrias sino la exploración y explotación de nuevos destinos para la exportación. Lo anterior se hace especialmente urgente ante la tendencia global de tecnificación de la manufactura y de inducción de alto valor agregado. Lo mismo ocurriría con el reconocimiento de las tendencias globales en materia de producción de energía, las cuales apuntan a fuentes distintas a los hidrocarburos.
Segundo. Los retos para el crecimiento económico local no son unidimensionales. El de México es uno de los casos mayormente diagnosticados y sus retos pasan por la necesidad de estimular su productividad, fortalecer la institucionalidad, el Estado de derecho, la seguridad pública y modernizar-flexibilizar el mercado laboral, por mencionar solo algunos aspectos muy generales. Así, resultaría importante el trabajar en aquellas medidas que impulsen el capital humano, que fortalezcan las instituciones reguladoras y facilitadoras, mejoren la aplicación de la ley y que a la par acomoden los avances tecnológicos.
Desde luego, lo anterior supone un esfuerzo en materia política puesto que se requeriría de una agenda de reformas que aún bien ejecutadas no mostrarían sus frutos de inmediato y que en cambio demandarían continuidad, independiente de la administración en turno.
Tercero. Por lo pronto, las perspectivas para el crecimiento económico local no lucen demasiado alentadoras. Lo anterior aún dejando de lado la complicada coyuntura donde factores tanto locales como externos tienen a nuestra economía estancada. De hecho, dada la naturaleza de los riesgos actuales como el clima proteccionista, el cambio tecnológico en la industria manufacturera y su orientación, así como el corrimiento del eje de crecimiento global hacia Asia (a la cual México tiene una limitada exposición directa); los riesgos de un todavía menor crecimiento económico en el largo plazo se agudizan.
Prácticamente ninguno de los retos para el crecimiento económico aquí expuestos son nuevos, tampoco parecen tener una solución sencilla o por decreto y sí tomaría tiempo en mostrar frutos aún una buena agenda de transformaciones. Sin duda un reto que no deberíamos de perder de vista.