En este punto, a unos cuantos días de la elección presidencial en EU, conviene reflexionar sobre las implicaciones que para México tendría el escenario de una victoria demócrata. Mientras que para todos son conocidas las principales características de la actual relación bilateral entre México y EU, creo que aquellas del escenario alterno han sido poco exploradas. Desde mi muy particular punto de vista, implica básicamente una reasignación de recursos y un nuevo equilibrio con un resultado neto para México difícil de ubicar fuera del neutro, en el largo plazo. Me explico a través de cinco puntos con implicaciones agridulces.
En el ámbito de la relación diplomática, anticipo más labor de política exterior convencional, menos control de daños y, por supuesto, menos tuits. Menos personalidades y más agendas. La de México posiblemente no cambiaría, la prioridad seguiría siendo la política interior y el menor enganche o dependencia posible de lo exterior.
En cuanto a la política comercial, considero difícil el suponer que la administración demócrata se abocará a renegociar parcialmente el TMEC. En todo caso, anticiparía más exigencia de cumplimiento de los nuevos compromisos laborales y ambientales -elementos que podrían ser utilizados como palanca de presión comercial en los años por venir. Adicionalmente, no habría que descartar un monitoreo más cercano al cumplimiento de las exigencias del tratado en lo relativo a la protección de la inversión norteamericana en México.
El clima proteccionista global, en especial el condicionado por la tensión EU-China, podría relajarse parcialmente. Sin embargo, no necesariamente la nueva administración en EU quitaría el dedo del renglón. Por una parte, ya el candidato demócrata ha mencionado el tamaño del déficit comercial con China como un elemento de fallo en la administración republicana. Por otro lado, no se puede tampoco descartar que EU sólo sustituya una política comercial proactiva y amenazante por otra estratégica y con ambiciones más geopolíticas.
En un entorno así, no queda claro que los productos mexicanos continúen ganando participación de mercado en los anaqueles norteamericanos a expensas de las tarifas establecidas en secuencia sobre algunos productos chinos.
En otro contexto, es difícil el elaborar sobre los posibles cambios en la relación bilateral en lo concerniente a la seguridad y el tráfico de estupefacientes. Sin embargo, la relación podría reorientarse hacia una de mayor cooperación, tendiendo de nuevo los puentes de transmisión de inteligencia. No descartemos tampoco la reasignación de recursos de la Guardia Nacional más hacia labores de seguridad y menos al ámbito migratorio.
La política migratoria de EU hacia México creo que convergerá al statu quo previo a 2016. No necesariamente más laxa o tolerante, sino más administrativa y menos mediática.
Considerando todo lo anterior, me es difícil suponer que en el largo plazo el resultado neto de un nuevo equilibrio en la relación EU-México sea distinto de neutro. Sin embargo, de materializarse las promesas de campaña, una administración demócrata podría ser extremadamente constructiva para México en el corto plazo. Lo anterior suponiendo un nuevo paquete de ayuda y esfuerzo fiscal contracíclico en EU que incline la balanza de riesgos hacia una recuperación económica más sólida al norte del río Bravo y, por ende, vientos a favor de la recuperación en México.